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Así fue el juego de Tetris más grande del mundo

Por una noche, el Tetris escapó de los confines de la pantalla de cinco pulgadas y se instaló sobre la pared de un edificio de 29 pisos.

Imagen principal vía

Puede que Pong se haya ganado la fama de ser el primer gran videojuego de competición, pero otro juego ligeramente posterior es el responsable de haber introducido un factor que es ahora la base de los incontables juegos móviles que ocupan los primeros puestos en los charts: la adicción. Todos hemos sucumbido alguna vez a las formas geométricas del Tetris, para muchos de nosotros, todo empezó cuando Nintendo decidió regalar con cada Game Boy una copia del Tetris. Este fin de semana en Filadelfia el juego logró escapar de los confines de la pantalla de cinco pulgadas e instalarse sobre la fachada de un edificio de 29 pisos, sobrepasando en cientos de metros cuadrados el previo récord de Tetris gigante (chúpate esa, Birmingham).

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Por mucho que me encanta Filadelfia, nunca la consideré como un centro para la innovación, sin embargo, en los últimos años la ciudad ha ido instaurando una escena tecnológica suficiente para celebrar una semana entera dedicada a ello. Para inaugurar su cuarto año, la semana de la tecnología de Filadelfia, Philly Tech Week, ofreció a sus habitantes la oportunidad de jugar al Tetris en el Cira Centre, un edificio que destaca por una de sus paredes formada por diferentes LED que cambian de color y que a veces dibujan el logo del equipo de béisbol de los Phillies. Este es el segundo juego que el catedrático de la Universidad de Drexel, Frank Lee, ha llevado al Cira Centre, superando su juego Pong gigante del año pasado. “Lo que resultó gratificante para mí del proyecto Pong del año pasado no fue el hecho de que fuese la pantalla de videojuegos más grande del mundo, aunque eso también mola, pero fue más bien el momento compartido por los dos jugadores, los cientos de personas mirando y los miles de personas que también lo estaban observando desde toda Filadelfia”, dijo Lee. De forma similar, el Tetris gigante es más un proyecto de arte que una hazaña para los libros de récords. La intención de Lee es crear un beneficio social, lo que él llama la “estética de un momento compartido”.

Unos dos mil habitantes de Filadelfia acudieron a compartir el momento de Lee un sábado por la noche, donde también estuvo presente Henk Rogers, el tipo que se asoció con el creador de Tetris, Alexey Pajitnov, para traer el juego al mundo. Rogers podría decirse que fue el primer adicto al Tetris. Tal y como él describe su primer momento: “Cuando jugué por primera vez en el CES en 1988, me enganché al instante. Jugaba un rato, me iba a mirar otras cosas y luego volvía para jugar otra vez. Lo hice varias veces, yendo y viniendo una y otra vez”. Veintitrés años después, sintió el mismo entusiasmo cuando jugó al juego sobre una pantalla del tamaño de un edificio instalada a unos 600 metros de donde jugó por primera vez.

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Los mandos para controlar el juego estaban situados a la otra parte del río Delaware, enfrente del Cira Centre y delante de los famosos escalones de piedra del Museo de Arte de Filadelfia. En una hilera de cabinas, los desarrolladores de software mostraban sus creaciones a los transeúntes y a una muchedumbre amontonada entre puestos de comida. Desde los altavoces sonaba música chip alrededor de un escenario vacío. Yo llegué un poco antes de que llegara mi puesto en la cola, así que me distraje con una versión de dimensiones gigantes del Conecta 4 (que gané, por cierto). Cuando se hizo de noche, Dr. Lee y Henk Rogers inauguraron los mandos de control con una breve partida antes de pasarlos a la cola de jugadores ansiosos que se había formado tras ellos.

Aunque las concentraciones de jugadores de videojuegos tienen fama de ser bastante civilizadas, las concentraciones de Filadelfia no lo son, así que no me sorprendió demasiado cuando empezaron los primeros incordios. La mayoría de la gente solo había jugado al Tetris sobre una diminuta pantalla en la soledad de su habitación, sin que nadie presenciara sus cagadas. Imaginaros la presión de jugar en una pantalla de 100 metros enfrente de una multitud de personas que están esperando a que pierdas para poder jugar. Cada movimiento desafortunado recibía una desmesurada ovación, mientras que cada punto marcado apenas provocaba un murmullo de reconocimiento. Tras unas cuantas partidas, la gente empezó a gritar como si se encontraran en un partido de los Yankees. Estas son algunas de las exclamaciones dirigidas a los jugadores que escuché mientras estaba en la cola.

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“Ese pavo me hace sentir vergüenza agena”.

“Estás acabado, tío, muérete ya”.

“Ese imbécil debe de estar mirando a otro edificio”.

“¿Ahí es donde pones el cuadrado, so borrico?”

“Estoy perdiendo la fe en la humanidad por minutos”.

Según los estándares de Filadelfia, son comentarios ofensivos de un nivel bastante intelectual, pero aun así no ayudaban a mantener la concentración. Justo antes de jugar, el tipo que tenía delante fue escoltado por su panda de amigos borrachos que jugaron a las animadoras durante toda su partida de 45 segundos. Cuando llegó mi turno tras él, me di cuenta de por qué todo el mundo tenía problemas con los mandos. En lugar de haber un botón por separado, el control de rotación era la tecla hacia ‘arriba’ en el joystick. Para colmo, había unos árboles que tapaban la parte inferior de la pantalla. La altura de este juego de Tetris era como la mitad de la estándar, así que cada error resultaba justo el doble de desastroso. Mis dos primeros Tetrominós tenían forma de S, así que la línea inferior invisible resultó de inmediato una causa perdida. Después de eso, cometí dos errores de alineación seguidos y acabé desaprovechando más espacio. Antes de que pudiera salvar la pantalla, me salieron dos L cuando necesitaba una J, y entonces perdí. Como la mayoría de los jugadores delante de mí, terminé sin poder conseguir ni una sola línea. Justo detrás de mí, le tocó el turno a mi fotógrafo, que consiguió mantener la atención del público durante el doble de tiempo, dándome una lección al hacer tres líneas antes de quedar aniquilado.

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A medida que avanzaba la cola, tanto los insultos del público como las partidas iban mejorando, pero las habilidades de todos quedaban reducidas a la mitad debido a la altura reducida de la pantalla. Sin la oportunidad de recuperar espacio, el juego no se puede alargar mucho. Retos aparte, el Tetris gigante fue un recuerdo genial de la magnitud y universalidad de este juego. La aspiración de Dr. Lee de crear la estética de un momento compartido funcionó a pesar de la naturaleza individual del juego. Sin embargo, los gritos de la gente me seguirán persiguiendo para siempre y seguramente los seguiré escuchando en mi cabeza cada vez que la cague jugando al Tetris en mi teléfono.

Fotos de Sunny Ali

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