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Desayuné pizza y cereales durante 15 días para ver qué es lo más saludable

Puse mi cuerpo a prueba supervisado por una dietista.
Fotos por el autor

Hace un par de semanas salió una noticia de la dietista inglesa Chelsey Amer, donde afirmaba lo siguiente: “Es más saludable desayunar un trozo de pizza, que un tazón de cereales”. Tras leerlo y compararlo con la oferta gastronómica de España en cuanto a desayunos, tuve una respuesta en forma de impulso para cimentar una particular investigación: comprobar si desayunar pizza es más saludable que un bol de cereales.

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La polémica dietista hacía esta comparación porque los cereales de supermercado que suelen comer los más pequeños contienen prácticamente solo azúcares, mientras que la pizza, aunque nutricionalmente hablando no es ejemplo de nada, ofrece más tipos de nutrientes, como proteínas y grasas. Es más completa, vaya.

Para que te sitúes si no estás muy puesto en bioquímica orgánica, existen, grosso modo, dos familias de azúcares: los de cadena corta, de absorción rápida, que se metabolizan rápidamente con una sensación de saciedad a corto plazo, y los de absorción lenta, con los que la sensación de saciedad dura más y no se quiere comer a las primeras de cambio. Este tipo de cereales —no los Special K o similares— que consumen los niños —y no tan niños— contienen un alto porcentaje de azúcares de absorción rápida provocando un chute de azúcar en el organismo, además de ganas de comer al poco rato. ¿Con la pizza? Pues vamos a averiguarlo.

¿Cómo será desayunar pizza cada mañana?

Como no sé muy bien por dónde empezar, he contactado con Carme Ferrer, dietista-nutricionista de Alimmenta, que me guiará en los procedimientos que debo seguir para que los resultados sean lo más fehacientes posibles dentro de las limitaciones de este pseudoexperimento. Lo primero es aislar la variable “desayuno” para que nada cambie excepto si como cereales o pizza.

Los cereales escogidos fueron los Chocapic y la pizza de Casa Tarradellas de atún y bacon

Carme me explica que las demás variables —otras comidas, actividad diaria o ejercicio físico— deben ser exactamente iguales para no alterar lo que nos interesa —impacto del desayuno—, y así conseguir resultados con veracidad científica. En mi caso, como no dispongo ni de los recursos ni las ganas para medir el consumo calórico al dedillo, seguiré la misma dieta solo alterando mi desayuno, y haré las actividades que suelo hacer. Más o menos como lo harías tú.

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Se puede medir el impacto de esta “investigación” en mi organismo de muchas formas dependiendo de la profundidad de investigación, así que decido mesurar mi peso, el nivel de glucosa en sangre —mi madre es diabética y tiene el medidor en casa— y las sensaciones que suscitarán por causa de cambiar mi rutina alimentaria durante una semana con dos alimentos que no suelo deglutir.

Antes de narrar mis experiencias con los cereales y la bendita pizza, la nutricionista me deja claro que desde Alimmenta, como profesionales, nunca prescribirían este tipo de desayunos o almuerzos.

Suma de nutrientes del bol de cereales con leches y la pizza consumidos a diario

Semana 1: cereales con leche

Comienza mi hazaña y los cereales escogidos son los siempre certeros Chocapic, que pueden ser el homólogo español al tipo de cereales que se refería la dietista británica, como los Froot Loops, porque tienen una alta concentración de azúcares y baja cantidad de proteínas. Lo acompaño con leche semidesnatada, así que hay que sumar su valor nutricional a los cereales. Las cantidades son 50 gramos de cereales y 250 ml de leche semidesnatada.

Chocolatea la leche

Debo decir que nada más levantarme, siempre —SIEMPRE— me debo tomar un cafelito con leche para poder carburar, así que la hora de desayuno queda relegada a las 10 de la mañana, una vez en el trabajo.

El primer día trascurre sin más. Almuerzo a las 10:30 y a las 12:30 empiezo a tener hambre. Normalmente me como un bocadillo de pavo o algo así, y suele saciarme un poquitín más. El caso es que sobre las 13:30, media hora antes de la hora de la comida, me muero de hambre.

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Entretanto, el nivel de glucosa en sangre se dispara de 90 a 146 mg/dl. Me mido el azúcar justo antes de la ingesta y media hora después con la maquinita. No sé si la subida de 56 unidades es mucho o poco, pero tras hablarlo con la dietista me dice que este subidón se debe a los azúcares de cadena rápida que invaden el torrente sanguíneo en pocos minutos. Si no se quema ese azúcar, ya sabes dónde va.

Los demás días avanzan del mismo modo. Sigo comiéndome los cereales a eso de las 10 y sobre la 13 vuelve el hambre voraz. Joder, si mi paladar pudiera degustar un tentempié… Salvo esta sensación repetida día tras día, la digestión iba viento en popa. Nada destacable. Como me voy pesando a diario, al final veremos si el peso sube mucho o qué.

Semana 2: pizza

Vayamos a lo bueno. Con la dietista acordamos elegir un tipo de pizza que no fuera ni muy grasienta ni muy saludable —ella me habló, por ejemplo, de que recomiendan pizza con la masa hecha de láminas de berenjena—. La escogida es la pizza Casa Tarradellas de atún y bacon porque, además de su composición nutricional, dentro de su oferta es la que más me gusta, aunque algún día podría variar con otro tipo.

Compartí mi pizza con mi novia en un desayuno atípico

La cantidad a engullir, para que sea equiparable al bol con cereales, es de 100 gramos, que, traducido a esta pizza en concreto, es un cuarto de la misma. Me parece muy poco, la verdad, pero debo ceñirme al procedimiento.

Llega el primer día y entro en la redacción triunfante, altivo, endiosado. “¡Aquí va el tipo que desayuna pizza!”, grito en mi pensamiento. Al cabo de un rato, mientras los demás se preparan sus tostaditas, sus cereales o su fruta, saco la maravillosa pieza de pizza y meto el cuarto en el horno. Todo el mundo huele tan portentosa creación y me preguntan: "¿Vas a desayunar pizza?". Créeme que sí.

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Aunque no es de las mejores pizzas del mercado, entra que da gusto. Apetitosa y suculenta, desaparece ante mí en un abrir y cerrar de ojos. Me comería un par de trozos más.

Tras media hora de la ingesta de pizza, el nivel de glucosa subió hasta 119 mg/dl

El azúcar me subió de 95 a 119 mg/dl con un aumento de 26 unidades. Es una subida importante, pero nada que ver con las 56 unidades de los cereales con leche. A ver el peso qué tal en los resultados.

A los tres días, y engullendo una pizza de peperoni porque no quedaba otra en el súper de abajo, noté que mi estómago me daba un aviso en forma de estreñimiento. Suelo ser un reloj suizo después del café mañanero, pero estos días, aplazo mi momento de ir a tirar los troncos al río para aplazarlo hasta, incluso, el día siguiente.

Quizás por eso la sensación de empache me acompaña a diario. Me como la pizza a media mañana, pero no tengo hambre incluso a la hora de la comida. Como porque tengo que comer, pero bien podría esperar hasta bien entrada la tarde. No tiene pinta de ser muy normal.

Solo me comí dos de los cuatro pedazos

Entretanto, los gases inundan mi día a día con digestiones difíciles desde el primer momento de la mañana. Al no estar acostumbrado, la sensación de estar inflado e ir engordando es evidente. No sé si es solo por los gases o porque estoy engordando.

El domingo, aunque siempre apetece un trozo de pizza, celebro que se acabe este particular reto con una sensación de alivio en mi ánimo secundada por el sosiego de mi estómago.

Resultados

Después de 15 días pesándome a diario y viendo la reacción de mi cuerpo en cuanto a peso, nivel de glucosa sangre y sensaciones en la digestión, la cosa queda de la siguiente manera:

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A) Peso

Aunque estaba convencido que con la pizza había cogido mucho peso, fue más la sensación de pesadez y los gases que la realidad misma. Con los cereales también engordé 200 gramos y con la pizza 300, así que la diferencia tampoco fue mucha, teniendo en cuenta que con ambos he engordado.

B) Nivel de glucosa en sangre

Midiendo este parámetro, la diferencia sí que es evidente. La diferencia de glucosa en sangre a los 30 minutos entre la pizza y los cereales es de 32 unidades, siendo en este sentido la pizza más "saludable" que los cereales. A priori parece un punto a favor para la torta enharinada al horno con tomate y mozzarella.

C) Digestión

Los cereales no interfirieron en mi ciclo digestivo. La pizza, en cambio, me trastocó el proceso excretor de aguas mayores y los gases fueron los grandes protagonistas de los últimos 4 días.

Conclusiones

Vuelvo a la normalidad y hablo una vez más con la dietista Carme Ferrer. Comento los resultados y me explica que todo ha ido según lo esperado, aunque con bastantes matices. El incremento de peso, al variar una rutina alimentaria por otra con más azúcares o grasas, ha hecho que aumente medio kilo. Sarna con gusto no pica.

También era de esperar con la glucemia —nivel de glucosa en sangre—, fruto del subidón que da la ingesta de productos con tantísimo azúcar como son este tipo de cereales, que provocan un desequilibrio importante al organismo por ese chute de carbohidratos en el torrente sanguíneo. Es malísimo provocar este cambio brusco a diario a largo plazo. A su vez, la sensación de poca saciedad de los Chocapic provoca que se avecine otro de los grandes peligros: picar entre horas. Tuve que reprimirme bastante para no hacerlo.

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En cuanto a la digestión, la pizza fue claramente la perdedora porque el queso y los demás productos tienen más grasas saturadas y cuestan más de digerir, dando lugar a un festival de gases y a una sensación incómoda permanente. Muy a mi pesar, no recomiendo comer pizza cada día.

Por consiguiente, ninguno de los dos alimentos es totalmente saludable, aunque los datos a corto plazo benefician, en este caso, a los cereales por incrementar menos peso —remarcando que el subidón de azúcar a largo plazo es perjudicial par la salud—. Además, no provocan una mala digestión ni te hacen tirarte pedos por doquier, que son cosas que dificultan la convivencia en el trabajo y con tu pareja. Te lo aseguro.

En definitiva, si estás acostumbrado a desayunar algo como un bocadillo de pan integral con jamón dulce y café con leche desnatada, yogur 0 por ciento grasas o biscotes con tomate natural y queso fresco, acompañado de zumo de naranja natural —desayunos que la dietista me recomienda—, mejor que no alteres tu rutina matinal. Ninguno de los dos es saludable para desayunarlo a diario en exposiciones largas, así que ten en cuenta que la pizza, igual que los cereales, puede causarte estragos. Dicho esto, ¡viva la pizza que sobra del día anterior!