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Sus habitantes tenían más de lo que ningún otro ciudadano ruso de la época pudiera imaginar: trabajos bien pagados, vivienda, una educación excelente y seguridad. Pero todas esas ventajas tenían un precio: quien viviera ahí debía renunciar a su libertad y al contacto con el mundo exterior.Hoy, más de tres generaciones después, muy poco ha cambiado: en Ozersk siguen almacenándose gran parte de las reservas nucleares de Rusia y la ciudad sigue siendo tan hermética como en sus comienzos.La historia de la ciudad ahora puede verse en el documental City 40, dirigido por Samira Goetschel. La directora obtuvo acceso a su interior y pudo hablar con sus habitantes, quienes asumieron un gran riesgo al decidir hablar frente a la cámara.Nadie habla, porque si lo haces, eres un traidor. Has traicionado a tu ciudad, a tu país y tu madre patria. Y la madre patria lo es todo para ellos
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Samira Goetschel: Pasamos varios días alojados en las afueras de la ciudad, junto a una zona boscosa enorme, intentando averiguar si había algún modo de escabullirnos al interior, pero era imposible. Absolutamente imposible. Hay verjas dobles con alambre de espinos y mucha vigilancia, así que no hay forma de entrar. Entonces pensé que lo mejor sería obtener la ayuda desde dentro.Ellos saben que no pueden hablar con nadie de fuera. Los de fuera somos sus enemigos; y no hablo solamente de extranjeros, sino también de sus propios compatriotas que viven fuera de la ciudad. Todavía perdura esa mentalidad un tanto paranoica. No obstante, quise averiguar si habría alguien dispuesto a hablar conmigo. Así que salté adentro, me acogieron y empezaron a hablar.
El Gobierno creó un paraíso para que se quedaran —tampoco es que pudieran irse a ningún lugar—, pero también procuraron que fueran felices. Los residentes tenían todo lo que pudieran necesitar y más, en comparación con el resto de rusos, que no tenían nada.La ciudad tampoco aparecía en ningún mapa; eran como un estado dentro de un estado. Se borraron las identidades de todos sus habitantes, que pasaron a dejar de existir más allá de las rejas que los separaban del resto del mundo. Era como un episodio de Los límites de la realidad, como si toda aquella gente no viviera en esta dimensión.
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¿Qué libertades de las que disfrutamos en Occidente no están al alcance de los habitantes de Ciudad 40?
No tienen ninguna libertad. No pueden marcharse. Durante los primeros ocho años, estaban obligados a permanecer en la ciudad. La libertad más esencial que tenemos es la de movimiento. Son derechos inalienables, nacemos con ellos, pero esa gente no los tiene. De hecho, ni siquiera han asimilado el concepto de que lo que les están haciendo va contra sus derechos fundamentales.
Hoy en día, si quieres irte de la ciudad, tienes que solicitar visados de salida con una duración determinada, o permisos para salir a ciertas horas a lugares específicos. Esta gente vive encerrada en una ciudad, pero asegura que no se está violando ningún derecho. Así que, para ellos, el universo se reduce a esa ciudad.Si son felices, ¿crees que hay algo malo en ello?Un paseo de dos horas junto al lago es suficiente para matarte
Pues lo que quiero conseguir con este documental va precisamente en la línea de lo que me acabas de preguntar. Me he esforzado mucho por contar bien la historia, porque se los prometí, porque han arriesgado sus vidas contándomelo.Los rusos han sido presentados y representados hasta la saciedad por los medios de comunicación, Hollywood y los gobiernos como víctimas o como mafiosos, pero realmente nunca se ha escuchado su versión, así que dije, muy bien, pues dejemos que hablen.
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Viven expuestos a la radiación a corto y largo plazo. Al principio —y todavía hoy siguen haciéndolo— vertían los residuos radiactivos en el medio ambiente, ya fuera en lagos, en el suelo, o los soltaban en el aire.Uno de los lagos está tan contaminado de plutonio que, de hecho, los vecinos lo llaman "lago de plutonio". También hay un cartel que dice "No pasar". Y es que un paseo de dos horas junto al lago es suficiente para matarte. Ahí la tasa de cáncer es altísima y los niños nacen con él. La gente muere de cáncer. Pero lo han asumido como parte de sus vidas.
Nadia nació, se crió y se casó en la ciudad. Ahora tiene cuatro hijos. Al principio, ella también creía que la ciudad era un paraíso, como todos los demás. Pero poco a poco se fue dando cuenta de lo que sucedía con el medioambiente, empezó a recabar información sobre sus derechos y sobre todas las cosas que se cuestionaba. Pero recordemos que en Ciudad 40 no se puede hacer preguntas.
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De riesgos enormes. En el documental, por ejemplo, se ve lo que le ocurre a Nadia. Respecto a la gente de la ciudad, he perdido el contacto con ellos. Lo que han hecho supone un peligro para sus vidas. No debería hablar de esto, pero han arriesgado sus vidas por romper el silencio. Han traicionado a Rusia al hablar con una forastera.
Lo hicieron voluntariamente porque pensaron, "De todas formas nos vamos a morir". Esas personas entendían lo que estaba pasando. "Vamos a morir de todas maneras, así que al menos contaremos al mundo lo que pasa aquí dentro", porque el 80 por ciento de los que viven en Ozersk no han abierto los ojos todavía.Sigue a Tomas Urbina en Twitter.