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Esculturas gigantes de objetos cotidianos en la calle

Claes Oldenburg, al artista pop que intervino calles, jardines y parques con monumentales esculturas de objetos de consumo
Imagen vía Wikimedia Commons. Por Raimond Spekking.

En contrapropuesta a la hegemonía del expresionismo abstracto surgen réplicas de alimentos de comida rápida y objetos cotidianos a gran escala como gestos plásticos que detonan una provocativa expresión del arte. Claes Oldenburg, nacido en Estocolmo pero radicado en Estados Unidos, pintor, escultor y dibujante del denominado Pop Art, es uno de los precursores del arte público. Varias de sus denominadas esculturas blandas son símbolos de identidad en varias ciudades y museos alrededor del mundo. Por medio del usos de materiales blandos como el plástico o el vinil y escalas monumentales, este artista rompe con las premisas convencionales de la escultura tradicional, transformando los objetos cotidianos en síntomas de una época impregnada de humor y sarcasmo: “Estoy a favor de un arte que se pueda usar como un plano, al que se pueda pellizcar como al brazo de tu querida o besuquear como perro faldero.”

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En el marco de un irreverente Pop Art, Oldenburg cuestiona la sociedad de consumo, la sociedad moderna, la sociedad industrial; contextos en donde el espectáculo y la novedad entretejen un mundo de imágenes y formas creadas a partir del sistema mediático. Para este artista, la situación de la vida cotidiana en el mundo moderno es fuente de inspiración, transformación y cambio que lo lleva a problematizar las posibilidades de la pintura y explorar otras formas creativas, otros medios, otros materiales. Para este artista el arte es constante experimentación y exploración: “Un arte que se dilate y que rechine como un acordeón, que se pueda manchar con comida como un mantel viejo.”

Bajo esta perversa perspectiva, el arte, fuera del museo, toma las calles, violenta los espacios públicos; la presencia del objeto artístico se entremezcle entre la vida urbana, posee y se deja poseer por todo aquello desvinculado del arte. Surgen entonces formas que detonan en múltiples posibilidades plásticas, imágenes no vistas, extrañas en el mundo del arte. Al lado de figuras como Warhol, Lichtenstein, Rosenquist o Wesselmann, Oldenburg hacen de la cotidianidad la musa del arte.

Publicidad, cine, cómics y artículos de consumo son las mitologías modernas que profanan el arte convencional. Las imágenes enfáticas de Oldenburg, colmadas de una sensualidad que transita entre lo decorativo y lo kitsch, provocan y escandalizan el gusto clásico del arte. Con esculturas blandas que van de pinzas para colgar ropa, tijeras, hamburguesas o helados, Oldenburg invade espacios públicos con exceso, derroche y promiscuidad de imágenes caracterizadas por colores planos, brillantes y decorativos. Para este artista el arte estriba en el colmo de la vida misma: “Estoy a favor de una cultura que debe forma a la vida, que se retuerce, se expande y acumula y escupe y gotea, y que es pesada, brusca y dulce, idiota como la vida misma.”

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Imagen vía Wikimedia Commons. Por Lempkesfabriek.

Propuestas perversas que sacuden al arte. Irrupción de imágenes inconcebibles que profanan la tradición, lo clásico o el dogma. La propuesta artística de Oldenburg nos lleva a poner en cuestión ¿qué es el arte? ¿qué es pintura, arquitectura, escultura? Cambio y paradoja; la experiencia humana en la vida moderna; invención formal y estética del objeto que exige una extrema observación. Para este multifacético artista el arte es un denominador común que aglutina una sociedad.

En la obra de Oldenburg, el estilo no es progresión evolutiva sino la oscilación entre lo clásico, lo tradicional y lo romántico. Perspectiva donde el cuerpo humano y los objetos cotidianos se transforman en paisaje, en un mapa topográfico que lo lleva a explorar las diferentes posibilidades de la forma. Movimiento, cambio y metamorfosis son las constantes con las que Oldenburg trabaja diferentes estados de un mismo objeto: tamaño, forma y sustancia. Pero también las temporalidades de un proceso colmado por la inestabilidad y lo transitorio.

Lo físico, no lo metafísico es una constante que determinó el arte de los sesenta. Interesado en teatro, Oldenburg abandona la planimetría de la pintura y se inmersa en las artes de tres dimensiones, el performance, los happenings y el teatro. Al lado de Kaprow absorbió importantes ideas sobre teatro y arte, sobre la simultaneidad y la repetición, llevándolo a explorar el teatro de acción; mezcla de teatro y pintura, fragmentos e imágenes que ponen en cuestión los estereotipos, la modernidad y la cultura.

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No obstante, su obsesión por plasmar la tridimensionalidad de los objetos y a la vez su pasión por la sensorialidad de los materiales es lo que lleva a este artista a extender los límites de la pintura con otros medios. Aún cuando la pintura es un arte de superficie en donde domina el sentido óptico, dejando a un lado los efectos tácticos. Para Oldenburg la pintura es punto de partida de sus esculturas, performances y happenings.

Pintura, mezcla de expresionismo con realismo, que una vez liberada del caballete, de su verticalidad y efecto retiniano, explora la imaginación, experimenta con la fantasía y la realidad de una manera más libre, llegando a la concepción de esculturas monumentales que exponen una presencia física. El aspecto formal de Oldenburg esta fuertemente influenciado por la escultura abstracta de Donald Judd, Robert Morris y Larry Bell; pero también por la ciudad como algo cruel, brutal y directo, como el humor macabro e irónico de la incendiaria literatura de Louis-Ferdinand Céline. Tomando como modelo el arte de Paul Klee, plagado de figuras primitivas e infantiles, este artista otorga al arte sensibilidad y sofisticación, vulgaridad y humor. Para Oldenburg no existe el buen gusto: “Adoro la vulgaridad. El buen gusto es muerte, la vulgaridad es vida. La gente llama vulgares a las cosas que les parecen nuevas.”

Trasponiendo los valores pictóricos a sus equivalentes escultóricos, Oldenburg hace un gesto al Barroco. Descubriendo las posibilidades materiales de lo sintético, lo plástico y lo vinil, con Oldenburg nace un estilo divorciado de cualquier contexto histórico. No sueños sino la cotidianidad es lo que impulsa a Oldenburg a manipular fantasías. Sus imágenes difieren del prototipo: escala, forma, color y textura. No es hiperrealismo sino realismo mezclado con fantasía, imaginación y libertad. Para este artista las apariencias son una ilusión, el cambio de lo duro a lo blando, el cambio de escala, las series son cuestionamientos a la perspectiva del espectador y a la naturaleza de los objetos.

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