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Cultură

¿Es aceptable ir en patines en 2011?

En las últimas dos semanas me he topado con tres tíos ya mayores que me pasaron en patines en Shoreditch. Según las reglas de la ciencia de la moda, si ves algo tres veces seguidas es que estás ante una tendencia.

Pienso que, como le ocurre al snowboarding, los patines se han convertido en el hazmerreír del público dominante tras la campaña de humillación de todos los skaters de la Tierra. No tengo muy claro qué ocurre en las modas de transporte infantil que inspira ese tipo de rabia, así que quise descubrir si la gente aún odia “los patines tanto como antes”. Para ello ayer convencí a mi amigo Harrison para que pasase un día entero en patines.

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“Pero ¿por qué no lo haces tú solo, como un auténtico periodista Gonzo?”. Os escucho gemir. Dos razones: A) Patinaba un cojón y medio cuando era adolescente y ya me conozco el tema. Cualquiera que pase un día entero en patines sin caerse no puede ser divertido. B) Soy una persona sensible y no soportaría involucrarme de nuevo en una guerra contra los skaters. Pasé los años de mi adolescencia luchado con esa mierda.

Cuando digo que convencí a Harrison para pasar el día entero en patines, me refiero a TODO el día. Aquí le tenemos empezando el día con una ducha. Por desgracia, las cámaras estaban prohibidas (¡lo sentimos, chicas!) pero puedo asegurar que fue exactamente tan difícil (e hilarante) como imagináis.

Después tocaba vestirse. Puesto que es un novato que se niega a tomarse esto en serio, y no se atrevía lanzarse desnudo calle abajo, tuve que dejarle quitarse los patines un segundo para ponerse los pantalones. Hunter S. Thompson debe de estar revolviéndose en su tumba.

¡Y aquí le tenemos listo para afrontar el día! Toda la esencia de la vida sobre ruedas reside en esta foto.

A los pocos segundos de separarse del portal Harrison ya estaba en el suelo. Para alivio mío, ya que temía que se le diese bien patinar.

Decidimos acercarnos al nuevo skatepark de Stoke Newington para ver qué haría la comunidad ante las endiabladas ruedas de Harrison. La foto fue tomada mientras la conductora del bus le decía a Harrison que no podía entrar “con eso puesto”. La historia se repite .

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Incapaz de pedalear más de dos metros, Harrison insistió en que fuésemos en metro.

No entiendo por qué aquella conductora de bus no quiso dejarle entrar.

Para evitar caer en las vías del tren, se tiró al suelo en cuanto paramos. A pesar de lo que pueda parecer, no se rompió el brazo.

Aquí fue cuando entramos en una pollería para comprarle algo de comida a Harrison. Estaba deseando que se cayese de culo, pero eso nunca ocurrió. Le habría pedido perdón comprándole una comida de 5£ si no nos mirase todo el local como si fuese un maldito vagabundo.

Aquí le vemos cayéndose con las manos vacías. Seguramente para darme por el culo.

Le hice entrar en esta elegante charcutería, pero una vez más consiguió no caerse. Los empleados le miraban con esa mezcla de curiosidad, odio, irritación y lo que sea que aparece en la cara de la gente cuando creen que les están choteando.

Camino del skatepark, le propuse a Harrison dar un paseo por la naturaleza. Supongo que porque no fui capaz de imaginar nada más difícil para alguien que va patines.  Como podéis ver, parece muy cómodo, hasta chulesco, como un granjero robot dispuesto a ayudar a parir a una oveja eléctrica, o algo así.

Aquí tenemos a Harrison “dejándose caer” por el skatepark. Bastaron un par de minutos para demostrar una vez más que la actitud de los skaters hacia los patinadores en línea no ha cambiado. A los pocos segundos de llegar, un grupo de jovenzuelos con monopatines (y una micro scooter, lol) llamaron a Harrison “necio” y “acabado”, pero, ante la sorpresa de todos, empezó a patinar.

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Un par de chavalines se pusieron a dar vueltas alrededor de Harrison en un intento de humillarle. Sin embargo, el karma estaba de su parte; esta foto fue tomada cuando uno de los matoncillos tropezó con el pie de Harrison y besó el suelo. Ya no te lo pasas tan bien, ¿eh, NECIO?

A pesar de todo, conocimos a un alma cándida. Después de hablar con ella, por lo visto las actitudes empezaron a cambiar ligeramente. “Aquí nadie se ríe de mí”, nos dijo, “pero nunca he visto a nadie más con patines. Y mucho menos a otra chica”. Debería venir a Shoreditch, están todas allí.

Y así fue nuestro día. Debería sorprenderos lo que le cuesta a alguien que nunca ha ido en patines hacer cosas cuando los lleva puestos. Como recompensa por ser un buen soldado a pesar de caerse una y otra vez, le pagué a Harrison una pinta. Y, UNA VEZ MÁS, consiguió no caerse. Maldito.