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Así es currar como

Así es currar engañando a ancianos con productos milagro

¿Os suena esa típica carta que invita a tus abuelos a una charla "informativa" a cambio de un regalo muy especial? Pues yo era el buitre que les daba la chapa.

Mi favorito era el 'vibropower', una plataforma porosa con dos asas para sujetarse, que vibra y ayuda a ejercitar las piernas sin salir de casa.

Encontrar un trabajo en el que te sientas cómodo es jodido. Cuando alcanzas un periodo de desempleo largo, cualquier cosa que te propongan tiene su lado positivo, que en mi caso tiene un periodo de validez que en ningún caso ha superado el año y medio. De ahí que mi vida laboral tenga dos páginas. Uno de esos trabajos apareció justo cuando estaba en la cuerda floja, a punto de no poder pagar el alquiler y viviendo a base de pan de molde, mayonesa y esas salchichas que se venden en 5 paquetes de 10 unidades por dos euros y saben a cabello sucio, grasa y un matiz plástico cuando pasa por la garganta.

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Se trataba de un trabajo de comercial de productos de salud y descanso. Seguro que os suena esa típica carta que invita a tu abuela/o a una charla "informativa" a cambio de un regalo muy especial. Pues ahí estaba yo. de traje y corbata, sonriente, en la puerta del salón de actos de un hotel cualquiera de nuestra península controlando que se cumplieran los requisitos de la invitación que especifica (con 50 tipografías distintas) que "solo recibirán el regalo aquellas personas que vengan con su cónyuge". No importa si el cónyuge está muerto o enfermo o si el pobre no puede ni caminar.

No se nos permitía salirnos nunca del papel de tipejo comprensivo ni tampoco hacer una excepción, porque si lo hiciésemos los maridos empezarían a marcharse en manada, provocando atascos, discusiones y descontento general entre el resto de asistentes. Se solicita que venga el cónyuge por una razón fundamental: si ellas lo quieren, ellos lo compran (aunque sea solo para evitar pasar más tiempo allí). Los ancianos con la edad se vuelven peores que los niños.

La charla informativa se divide en cuatro partes (o cinco si la cosa está muy mal). La primera parte es la presentación donde el jefe de grupo sale a dar las gracias por la asistencia enlazando con algún speech sobre la importancia del descanso. No hay un guión, cada uno tiene su propia obra. En ese sentido, la empresa busca -como diría Jodorowsky- sus "mistical warriors". Bastian (mi jefe de equipo) utilizaba frases del tipo "esto es la información más valiosa que les van a dar" o "tener que ir al médico todas las semanas y perdernos el crecer de los nietos, como me pasó a mí con mis abuelos" o "¿qué precio se pone a la salud?".

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Bastian se ponía nervioso hasta vomitar, literalmente. Siempre sacaba el tema de presionar en la venta o, como él decía, "sacar el ojo biónico" con más ganas. Había un joven judío, o medio judío, o yo que sé, llevaba el gorrito raro ese. Se llamaba Edu y le encantaba todo. Era el único que hacía caso y aportaba, con frases para animar a la gente a la compra, festejando las ventas, bañándose en aplausos y refiriéndose al acto de masturbarse como "tocarse" (cosa que hacía con aviso previo). Una vez llegué tarde y al entrar me encontré al público en pié y Edu gritando "¡SOY UN ROCKSTAR!".

Acto seguido al preludio del jefe, sale la primera charla de corte médico. En esta se saca a relucir los productos estrella, pero no sin antes recordar que en la carta pone "si además nos enseña un billete de 50 euros se llevarán otro regalo muy especial", un mantón de Manila de mierda a cambio de hacer saber que tienen 50 euros que con suerte no saldrán del salón.

El colchón 'eliocel' o 'ergocel', un material que ayuda a que el cuerpo respire, se adapta mejor que el viscoelástico, con una fina capa de lana de cordero que ayuda a mantenerse fresco en verano y abrigado en invierno, no se estropea y el valor aproximado en una fábrica en china es de unos 20 euros. A continuación venía la manta magnética. Una manta que se sujetaba a las esquinas del colchón y que en su interior tenía siete bandas magnéticas. Aquí se pregunta al respetable "¿sabéis por qué son buenos los imanes?" y el público respondía lógicamente "¿qué?", ya que no tenían ni idea. Podías ver a muchos de los ancianos rascándose los huevos de puro aburrimiento. Bueno, pues los putos imanes ayudan a la circulación porque en la sangre tenemos hierro, así, sin más.

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Jamás cuestioné los motivos médicos del material presentado porque me daba igual. La milagrosa manta además tenía en la superficie hilos de plata que al parecer también mejoraban la circulación y ayudaban a dejar salir toda esa electricidad estática que acumulamos durante el día y que por la noche no nos deja dormir. Evitaba el síndrome de las piernas inquietas, decía uno. Y además, la tela tenía aloe vera, que es bueno para la piel y ayuda a que desaparezcan las varices. Siempre había alguno que se ponía a enumerar enfermedades y explicar cómo ayudaba el conjunto manta+colchón a mejorar.

Mi favorito era el 'Vibropower', una plataforma porosa con dos asas para sujetarse, que vibra y ayuda a ejercitar las piernas sin salir de casa. En este caso se usa el testimonio. Una afortunada que se atreviera a probarlo para poder dar testimonio real de sus virtudes (siempre una mujer, porque es ella la que quiere el regalo y dirá maravillas de la experiencia). El resto de la charla, con el zumbido de fondo y el anciano/a sentado e inexpresivo, daba la sensación de tener un cadáver centrifugando en la sala.

¡LA GRAN OFERTA! O el momento de mierda. Es hora de presentar la gran oferta que les traemos. Detrás de nosotros había un expositor hecho con cajas de cartón cubiertas por una tela azul, iluminado con focos de jardín, que te hacían sudar como un cerdo. Había un juego de ollas, una plancha a vapor, una cubertería, una báscula y almohadas viscoelásticas. Bajo las sillas de los asistentes, una fotocopia roñosa con las ofertas. Ya están dormidos, así que es hora de sacar la artillería de venta, el hacha de la oferta: se pueden llevar dos colchones y dos mantas, más la cubertería o tres colchones, el 'Vibropower' y el juego de ollas. Cuatro productos más uno de regalo por 1.130 euros. No me digan que no es una locura.

El reposo tras el éxtasis abre paso a la reunión de buitres a espaldas de los asistentes, que miran las hojas para matar el tiempo. Es el momento de sacar el ojo biónico, buscar a la presa fácil para darle el empujón que necesita para cerrar el trato. Ahí es justo cuando pienso que preferiría estar muerto. Me acerco despacio a la víctima, intentando que no note tu presencia. El silencio es rotundo, solo se escuchan los ruidos de la calle y el aire acondicionado en verano. Poso la mano sobre su hombro y diego "¿alguna pregunta?". La respuesta natural suele ser que están mirando, que la oferta está muy bien… y ahí le coge y te lo llevas a la mesa de negociación. LA-MESA-DE-NEGOCIACIÓN.

La negociación no era fácil. Más que negociar jugabas a dar pena. Bajabas el precio, ofrecías financiacion, le añadías regalos y finalmente firmaban el contrato todos aquellos que se sentían obligados. Así era, amigos.

Y la cosa no terminaba ahí. Aún quedaba la basura. La basura es el pack donde se van a dejar sus 50 euros. Y esto tenía que ser al estilo Magnolia. ¡Un show! ¡Fiesta! Hacer que se rieran hasta que se les cayera la dentadura. El pack incluía: unas plantillas de caucho vulcanizado de textura porosa y siete magníficos imanes (más imanes). Una máquina de afeitar con la que te podías arrancar media cara (con un porcentaje de devolución astronómico) y un juego de relojes para él y para ella de la marca blanca de FERRARI. Recuerdo a un vendedor enseñando fotos pixeladas de Ferraris sacadas de internet, como testimonio de la presentación de los relojes. Se llevan además un pañuelo de pseudo seda. Y todo por solo 50 euros, esos mismos que nos enseñaron en la puerta a cambio de un mantón de manila de mierda. SÍ, la basura se vende así. Le preguntas a tu víctima "¿qué le parece? bien, ¿no?" mientras el resto de compañeros se lo pone en el regazo a traición y estira la mano para coger su billete. Como El Lobo de Wall Street pero en muy ridículo.