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Cultură

Me fumé un cigarro y casi me muero

Cómo descender a los infiernos por culpa de un cilindro de 10 centímetros.
hombre con gafas de sol fumando un cigarro

Fumar es esa clase de placeres raros. Te gusta pero te mata.Fumar es un placer. Fumar es como follar pero al revés; empezar corriéndote, seguir con los preámbulos luego aspirando a un primer beso para finalmente terminar en Facebook haciendo un poco elvoyeury espiando las fotos de tu compañero. Fumar es esa clase de placeres raros. Te gusta pero te mata.

Me presento, soy Pol Rodellar, fumador pasivo y soltero de oro de la oficina de VICE España. No he fumado nunca tabaco de forma habitual y de momento no tengo planes de hacerlo como tampoco nunca he besado a hombres peludos y, por el momento, tampoco tengo planes de hacerlo. Espera un momento, me ha venido un recuerdo extraño de una noche en Mallorca. En fin, nada. De tabaco, como podéis ver, poca cosa. Sí que alguna vez he flirteado con la ganja pero solamente a nivel junior, digamos que soy el becario de la hierba, incluso menos; el pequeño grumete de ese gran navío llamado CANNABIS que se dirige directamente hacia la isla de THC. Como consecuencia de todo esto os puedo asegurar que no estoy nada acostumbrado a tener humo dentro de mi cuerpo. Por dentro soy un ser completamente limpio, soy como un palacete de mármol blanco, liso y puro, y muy bien decorado. Nunca he sido corrompido por la nicotina. Si bien es cierto que he llegado a comer grandes cantidades de basura y beber litros de veneno, a nivel pulmonar me considero un querubín.

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Siempre me ha molestado el tabaco. Tener humo dentro del cuerpo es algo atroz, es como mezclar el milagro de la vida con el horror del capitalismo. Pero bueno, más que el tabaco en sí lo que más me jode es la gente que lo fuma. Su impertinencia y egoísmo, su indiferencia a la hora de ocupar los espacios de todos y pervertirlos con sufrimiento. ¿Y qué me dices de la exclusión social que genera a los no fumadores? Además, ¿no es evidente que fumar es una mierda? Dicen que cada 10 segundos muere una persona en el mundo por culpa del tabaco. Y aparte de esto cuesta mucho dinero, te deja apestando y te mete ideas raras en la cabeza (la gran mayoría de violadores son fumadores). Pero bueno, no estoy aquí para convencer a nadie, que cada uno haga lo que le salga de las pelotas, yo no dejaré de comer bolsas de pelotazos mientras cago por mucho que me digan que es una costumbre grotesca.

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Con este currículo impoluto decidí poner a prueba mi cuerpo y mi mente. En efecto, el otro día decidí fumarme un cigarrillo entero para saber qué sienten los drogadictos. La idea era analizar qué coño le sucedía a mi organismo a medida que el contenido de esos palitos penetraba en mí. Un cigarro y yo. La gente lo hace cada puto día y a todas horas, no podía ser algo tan jodido. El mejor arquero del reino contra mí, ese pequeño hijo de puta que mata a gente cada 10 segundos no puede ser tan letal. Estaba seguro de que podía vencerlo. Soy un lienzo en blanco listo para albergar el dolor y el sufrimiento, el mal y la enfermedad. Venid a mí, dolores del mundo.

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Antes de darle al cigarro me informé un poquito en la red. Por lo que parece la nicotina llega a la sangre a través de los alvéolos pulmonares (¿?) y llega al sistema nervioso en solo siete segundos. Durante estos siete segundos puedes hundirte en el infierno, que es lo que básicamente me pasó a mí. También leí por ahí que "el cerebro actúa como estimulante y crea una adicción más poderosa que cualquier otra droga", os garantizo que no sentí ningún tipo de adicción, más bien un rechazo flagrante. Me cansé rápido de los detalles técnicos porque no entendía una mierda y me estaba empezando a agobiar.


MIRA:


Fui a casa de un colega, me tumbé en su cama y otro amigo me lió "un pitillo". Me hizo uno de esos que llamáis "L", que es como un cigarro más largo de lo normal, ¿verdad? Menudo truco se marcó el amigo. Introduje lentamente la "L" entre mis labios, exigí un mechero y procedí. Hice la primera calada con cierta intensidad, pues si uno fuma, lo tiene que hacer con seguridad. Fue un trago largo, llené mis pulmones de humo, lo retuve durante unos segundos y luego lo expulsé de mi cuerpo. No fue algo agradable pero tampoco resultó ser una pesadilla, sin duda había probado cosas mucho más fuertes. No fue como cuando un niño fuma y se pone a toser como el maldito cobarde que es. Yo soy un hombre y un hombre no tose delante de sus amigos. Ni ayer, ni hoy, ni mañana. El problema fue TENER que seguir. Claro, normalmente cuando fumo algo hago solamente un par de caladas, no tengo que terminarme todo el asunto. Esta vez no tenía escapatoria. Seguí fumando de la misma forma, alternando caladas largas y profundas de hombre con pequeños sorbitos de mujer (¿prejuicios?). El acto físico de llevarme el cigarrillo a la boca se convirtió en algo tedioso, aburrido. Se supone que tiene que ser un placer, el placer del fumador, lo que se hace en los clubs de fumadores entre risas, pero no. El acto en sí era tedioso, repetitivo, a cada repetición perdía valor. En el fondo es como todo, incluso besar, al final, resulta un ejercicio físico programado, siguiendo siempre los mismos patrones y las mismas rutas. Vivir, supongo, es repetirlo todo hasta que te mueres. Pero sigamos, que la cosa se está poniendo intensa.

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El autor fumándose el pitillo de la muerte

Supongo que fue por la velocidad de inhalación pero hacia al final ya estaba un poco mareado. Lo peor empezó después. Me quedé paralizado en la cama diciendo algo como "tíos, tíos, estoy jodido". Tenía la cara teñida de blanco y mi cabeza estaba viajando hacia mundos febriles donde los puntos cardinales fluctuaban al azar. Me sentí perdido, hundido en mi propio rostro. No podía parar de sudar y pensar con claridad era una tarea mastodóntica. Bebí toda el agua que había en ese maldito piso, me levanté y me dirigí tambaleándome hacia el baño. Ahí mojé mi triste rostro en afilada agua fría, lo único que me podía salvar era ese líquido. Mi cuerpo me exigía ese maná de la madre Gaia, necesitaba volver a mis raíces, a la fuente de la vida.

Esa tarde había quedado así que tuve que largarme de ese fumadero de crack. Al pisar la calle la realidad me golpeó. Estaba completamente mareado. Andar era complicado y mi cabeza se inundó de pensamientos de perdición. Estaba seguro que no podría llegar a mi destino, antes me caería al suelo, vencido. Estaba solo en esto, el sufrimiento y yo. Nadie más. Nadie podía ayudarme o sentir lo que estaba estallando dentro de mí. Me desabroché el abrigo y dejé que el aire me atravesara, como si todo yo fuera una superficie porosa que el aire podía atravesar, esto me daba cierta sensación de curación. Tenía que coger el metro pero verme metido en esa cueva era una idea que me aterraba, necesitaba estar en la superficie, nada de interiores. Escena 26. Exterior – noche, Barcelona. Todo el rato así. Me daba igual tener que andar durante una hora. Llegó un momento en el que necesité tumbarme, localicé un banco y ahí planté mi campamento. Noté que necesitaba comer algo pero no me apetecía nada. ¿Dulce? ¿Salado? Alguien una vez me dijo algo del chocolate así que me compré un Snicker en un paqui. Poco a poco el horror fue diluyéndose. Tardé como un par de horas a estar completamente bien, recuperado. Es increíble pero todo fue por culpa de un cilindro de unos 10 centímetros de largo.

Está claro que el cuerpo se acostumbra a la mierda, por eso la gente se casa y vive con otra persona durante años antes de empezar a preguntarse por qué está llorando a escondidas dentro del baño. Los fumadores ya nunca volverán a sentir lo que yo sentí esa noche como yo nunca volveré a beberme una cerveza y vivir una puta odisea. Es absolutamente triste ver cómo nos adaptamos al dolor y convivimos con él con total normalidad, como esa puta rana que meten dentro de una olla llena de agua fría. Esa agua se va calentando poco a poco y ella ajena a todo, no siente dolor y llega un momento en que queda hervida y muere. Como nosotros.

Sigue a Pol Rodellar en @rodellaroficial.

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