FYI.

This story is over 5 years old.

siesta

Desmontando el mito: por qué hay españoles que odian las siestas

Un neurofisiólogo especialista en sueño contradice a varias personas que odian echar la siesta.
AC
ilustración de Aina Carrillo

Tumbarse plácidamente después de una jornada de trabajo, poner algún programa de mierda en la tele y quedarte sobado en el sofá es algo así como si el enano del arcoíris nos ofreciera el cofre repleto de sueños cumplidos. Pero, aunque seguramente sea difícil de imaginar, en España existe una clase de personas que odia las siestas.

Esa gente se mezcla entre nosotros, agazapados, en silencio, y se hacen llamar entre ellos los antisiestas. Dominan las artes del engaño para pasar totalmente inadvertidos y siempre dedican su tiempo a algo “más productivo”.

Publicidad

Me he puesto en contacto con algunos de ellos para conocer mejor este fenómeno y tratar su problemática —entendiendo que odiar la siesta debe ser (por definición) un “problema”— con la sabiduría ingente de Eduard Estivill, neurofisiólogo y especialista europeo en medicina del sueño al frente de la Clínica del Sueño Estivill para conocer todo sobre el portentoso concepto siesta.

Para los antisiesta, las consecuencias de una siesta para estas personas son de todo tipo. Jaquecas, abulia, insomnio, desgana o, incluso, ganas de vomitar. La primera de nuestras protagonistas es Laura G., jerezana de 32 año, y cuya experiencia siestil seguro que es compartida por muchos antisiestas: “Me levanto sin energías y soy un zombi el resto del día. A veces me duele la cabeza y otras me produce insomnio por la noche”.

Eduard, el experto, es bastante crítico con nuestra educación en torno al sueño y, en especial, respecto a las siestas. Hace unos años se comprobó que nuestro reloj biológico, el que determina que durmamos de noche y estemos despiertos de día, tiene una pequeña necesidad de sueño 8 horas después de despertarnos que es justo cuando necesitamos la cabezada. “No es una receta tipo, sino que es lo que nos ha demostrado la ciencia”.

Cuál es la siesta perfecta, os preguntaréis. Como hay mucha polémica entorno al tiempo, le pregunto a Eduard acerca del asunto. “Cuando dormimos, es como bajar peldaños de una escalera. El primer peldaño es el sueño superficial, que dura entre 15 y 30 minutos. Después entramos en la fase de sueño profundo, que es cuando descansamos de forma física y, por último, entramos en la fase REM. Por lo tanto, la siesta nunca debe exceder ese periodo de sueño profundo porque es cuando comienzan los problemas”.

Publicidad

“Me levanto como si me hubiera bebido todo el garrafón de mi pueblo la noche anterior. Además me siento ‘sucia’"

Claro, el fallo está en que se nos vaya de las manos, pero desarrollar animadversión va más allá del propio descanso. Teresa C., 24 años, de Burgos, seguramente una de las líderes de el team antisiesta, sufre un síntoma que va más allá de lo físico: el remordimiento. “Me levanto como si me hubiera bebido todo el garrafón de mi pueblo la noche anterior. Además me siento ‘sucia’, con la sensación de que la he cagado, que he hecho algo mal; algo de vagos”.

Porque del mismo modo que está en el haber español que la siesta es lo mejor del mundo, aunque para esta gente no lo sea, el tópico de que somos unos vagos en países de la guisa de Alemania o Inglaterra tampoco es cierto. De hecho, somos el quinto país más activo según una investigación publicada el año pasado por la revista Nature.

Quizás es porque la siesta aumenta el rendimiento entre un 10 y un 12 por ciento y la practicamos mucho. Es un dato revelador que me da Eduard: en el hospital Henry Ford de Detroit, EE.UU., se demostraron sus beneficios. Se hicieron pruebas dejando dormir 15 o 20 minutos a distintas personas y aumentaron su rendimiento físico y psíquico. De hecho, las fábricas de coches de la ciudad impulsaron la idea, no para mejorar la salud, sino para tener hacer entre un 10 y un 12 por ciento más de coches”.

Publicidad

Ya sabemos los beneficios, aunque no sé si será suficiente motivo para convencer a todos los detractores siestiles. Como Claudia, una chica de 24 años de Tenerife, para quien es un error que comete al echarse cuando está cansada. “Me echo si he pasado alguna mala noche y he entrado a las 7:00. Algo así como dormir un par de horas. Si puedo resistir, no duermo hasta la noche, pero cuando no aguanto duermo, que suele ser unas dos horas y me levanto más cansada y con muy mala leche, y muchas veces con dolor de cabeza”.

“Si nosotros queremos que la siesta sirva para recuperar una noche anterior en la que hayamos dormido 4 o 5 horas, no servirá para nada”, dice el experto. “Si hacemos la siesta demasiado larga, entramos en una fase de sueño profundo y es cuando nos sienta mal. Por lo tanto, no es culpa de la siesta, sino de las personas”. Lo que viene siendo un spontiak en toda regla y un error que hasta los que adoramos la siesta cometemos.

Y si no cumplimos lo que la ciencia ha demostrado y nos pasamos mucho, pueden ocurrir cosas horribles, como que tus amigos te pongan el nombre de un personaje de Shin-chan. “Siempre acabo durmiendo una o dos horas porque despierte cuando me despierte me encuentro fatal y siento furia real. Por eso mis amigos me llaman Nené”, explica Sara, aunque lo de Laura es todavía más loco, digno de una película de Buñuel.

"Además en mi grupo cercano, como familia y amigos, todos suelen dormir casi a diario siesta y les encanta. He escuchado desde que estoy loca o que exagero mi dolor de cabeza o mal humor post siesta”

Publicidad

“En verano es peor. Como cuando duermo la siesta se me baja la tensión, es un momento bastante terrorífico porque tengo pesadillas en las que quiero despertarme y no puedo. Sueño que me grito adrede para despertarme o estoy cerca del desmayo y tengo que poner las piernas en alto en modo primeros auxilios”.

Laura también me asegura que suele echarse después de una comida copiosa, como una fabada, porque es difícil resistirse. Contrario a la opinión popular, el experto me insta que la idea de que la comida da sueño, todavía no ha sido respaldada por la ciencia, aunque sí que es verdad que el alcohol durante la comida puede dar una pequeña somnolencia.

Para todos aquellos que son antisiestas y quieren darle otra oportunidad, Eduard recomienda no intentar suplir el sueño de la noche o un mal dormir con la siesta. “Lo mejor es tener una rutina de sueño: es decir, dormir las horas adecuadas, acostarnos a una hora determinada y levantarnos a una misma hora, entonces siempre tendremos esa necesidad de sueño a la misma hora. Normalmente la gente la hace después de comer. Si te levantas a las 8, la siesta te vendrá a las 16:00”.

Quizás así las hordas antisiestiles, repartidas en pequeñas dosis en grupos sociales, dejan de sufrir los comentarios de sus amigos o conocidos. “No se nos ve con buenos ojos”, explica Teresa. A Claudia le pasa igual: “Nadie me entiende. No comprenden que no es que no me gusten, es que no me sientan bien. Además en mi grupo cercano, como familia y amigos, todos suelen dormir casi a diario siesta y les encanta. He escuchado desde que estoy loca o que exagero mi dolor de cabeza o mal humor post siesta”.

Desde luego no está loca, simplemente aplica mal la fórmula, ya que la principal razón por la que necesitamos dormir siestas de 2 horas es porque dormimos poco durante la noche, o no descansamos bien por culpa de ronquidos, apneas, patadas (lo que se denomina síndrome de piernas inquietas) o microdespertares por aumento de tensión.

Si no tienes problema para dormir tus 8 horas diarias y tu cuerpo te pide siesta, ponte el despertador para dormir hasta 30 minutos para encara la tarde fresco cual lechuga. Si te van más las emociones fuertes puedes redefinir los parámetros de la siesta y despertarte con jaqueca, sueño y malhumor hasta reinar el inframundo para volver a Tierra y devastarlo todo en lo que será recordado como siestapocalipsis. Una vez más, la elección está en tu mano.