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Tal vez suene raro mi enfoque tan práctico en lo que respecta en darle sexo oral a este chico pero justo ese era el punto del experimento. Desde que recuerdo, dar sexo oral me provoca ansiedad. La aprehensión se deriva de muchos factores. Como a cualquier mujer heterosexual, me ha tocado lidiar con muchos güeyes que a fuerza quieren que se la chupes. Esos tipos que te bajan la cabeza en pleno faje sin avisar o se montan en tu cara. Estos encuentros son degradantes y bastan para disuadir a cualquiera de dar sexo oral. Además, mis razones son prácticas. Para empezar, mi boca es pequeña y tengo un reflejo faríngeo muy activo. Esto significa que, en el peor de los casos, podría vomitarme sobre un pene. Y en realidad no me agrada mucho quedarme viendo pitos. Son como el sol, disfruto su presencia pero trato de evitar verlos directamente. Lo cual se complica cuando tienes uno en la boca.Sin embargo, mi inseguridad se debe a que no sé qué es lo que se supone que debo hacer una vez que llego ahí abajo y me da miedo hacerlo mal.Con el tiempo, empecé a creer que el sexo oral era un conocimiento que se adquiría de forma natural pero, según yo, nunca me llegó. Por eso casi no lo hago y no me gusta expresar mis dudas con mis parejas. Ni siquiera con mis amigos.
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"Puedo hacer que un chico se venga en cinco minutos", decía una amiga de la universidad. Esta amiga trató de guiarme con su rutina a prueba de tontos, que consistía en dejar un vaso de agua al lado de la cama para meter su mano en caso de que su saliva se secara. Parecía mucho trabajo y sonaba raro. Cosmo y otras revistas de mujeres son igual de abrumadoras con sus interminables guías de "cómo dar el mejor sexo oral del mundo". ¿Cómo es que existen 21 reglas secretas para realizar un acto que se supone es bastante básico? Es sexo oral, no ajedrez. (Además, ¿en serio hay mujeres que se toman el tiempo para colocar cubos de hielo, esperar y luego tomar agua caliente para crear "dos sensaciones agradables y muy diferentes"?)
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"Te da las repuestas que tanto buscas y aprendes necesario, como qué le gusta", explicó. También me recomendó platicar sobre eso después de tener sexo para no aturdir a mi pareja con preguntas y arruinar el momento. Esto quiere decir que pedirle a un chico que de su calificación, como lo hice yo, no es una buena idea.También me sugirió que tratara de divertirte porque "mientras más te diviertas, más lo va a disfrutar él". Insistí en que me dijera qué tan divertido puede ser chupar penes. No es como lamer una paleta, donde está claro que hay un beneficio para la persona que lo hace. "Es el placer de hacerlo feliz", aclaró. Así que, fingir un poco está bien, solo si es necesario.Lo que más me tranquilizó fue cuando Cavanah me contó lo que le han dicho los hombres con respecto al sexo oral. Creí que me iba a contar una que otra historia de terror con dientes o mordidas pero no. Se me había olvidado lo simple que son los chicos."Siempre dicen 'Oh sí, me gustan las mamadas'. Las aman", dijo. "Si eres buena, es como la cereza en el pastel. Pero el sexo es como la pizza. Aunque sea malo es bueno".Como muchas otras cosas del sexo, las felaciones son incómodas por naturaleza. Y decidí practicar con el nerd de política porque era inofensivo y no lo iba a volver a ver, así que no me daba pena.Tal vez la próxima vez reúna más valor y lo intente con alguien que en serio me guste. Si resulta que soy la Pizza Hut del sexo oral, pues, ni pedo, hay cosas peores.