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Cultură

Raymond Depardon y su versión de Francia

Para Raymond Depardon el arte de la fotografía nada tiene que ver con los reconocimientos que se ha ganado. Por eso, en 2004 y a sus sesenta y dos años, decidió desafiarse a sí mismo. Quiso viajar solo, ser un nómada por 70.000 kilómetros y fotografiar...

Foto por Ivan Valencia.

Raymond Depardon orilló su van, puso su trípode y cuadró su cámara de gran formato (20x25) al lado de la carretera. Se asombró de que el cielo no tuviera una nube y se sorprendió por los colores nítidos y brillantes de las flores del balcón de aquella casa típica de la región de Meuse, en Francia. Era el momento justo para obturar, pero de repente, un carro que pasaba por la avenida frenó en seco delante de la cámara.

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–"No me lo vas a creer"- dijo Depardon. "-El conductor pensó que yo era un policía y que mi cacharro de cámara era un radar de velocidad".

Entre momentos de solemnidad y de humor como este, pasamos quince minutos con Raymond Depardon, uno de los mejores fotógrafos, reportero gráficos, documentalistas y cineastas franceses de todos los tiempos. Dentro de sus cincuenta años de carrera, ha sido fundador de la prestigiosa agencia Gamma de fotoperiodismo, es miembro de la agencia Magnum hace treinta años y ha dirigido más de 18 documentales y películas. Ha producido cuarenta libros de fotografía, ya ganó un Pulitzer (en 1977 por su trabajo en África). Fue fotógrafo de guerra, le dio la vuelta al mundo y ganó el "Dragon of Dragons" del Kraków Festival por el memorable trabajo de toda una vida.

Pero para Raymond Depardon el arte de la fotografía y el documental nada tienen que ver con los reconocimientos que se ha ganado. Por eso, en 2004 y a sus sesenta y dos años, decidió desafiarse a sí mismo. Quiso viajar solo, ser un nómada por 70.000 kilómetros y fotografiar Francia a su manera: con fotografías de gran formato que registraran hasta las grietas de las puerta, los letreros de "Montauban", "à vendre 4 pieces" y el saco rojo que cuelga de un tendedero a un kilómetro del obturador. El resultado es la exposición itinerante: La France de Raymond Depardon que estará en el Museo de Arte del Banco de la República del 19 de marzo al 31 de mayo de 2015.

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VICE: Bonjour Monsieur Depardon

Raymond Depardon: Bonjour!

Disculpe mi francés. Estoy encantada de conocerlo.

[Se ríe]. El placer es mío. Me encanta venir a Colombia. Ahora mismo vengo del FICCI en Cartagena y la pasé muy bien. Puedo decirte que el cine y la fotografía colombiana tienen mucho futuro.

¿Había venido en alguna otra ocasión a Colombia?

Sí, la primera vez fue en 1968 cuando tuve un pequeño trabajo con la caravana del papa Paulo VI. La segunda vez fue en 1991, cuando participé en el documental Contre l'oubli con un segmento de una historia colombiana: Pour Alirio de Jesús Pedraza Becerra [que narra la historia de un abogado desaparecido por su trabajo en derechos humanos].

Creo que sobre Colombia hay mucho trabajo qué hacer. Hace poco un periodista me preguntó si me gustaría hacer el mismo trabajo de fotografiar Colombia como lo hice con Francia. ¿Sabes qué creo? Que ese trabajo espectacular debe hacerlo un ojo colombiano, ojalá muchos. La tarea de descifrar a través de la imagen el país de origen es fascinante.

Foto de Depardon. Reproducción por Ivan Valencia.

¿Cuál es entonces la Francia que nos propone y la que vemos en estas fotografías de gran formato?

Creo que para muchos oriundos, Francia está dividida en tres: la metrópolis, los banlieues (las afueras) y "el resto". Mi Francia, es ese otro pedazo alejado de las grandes ciudades, que ya han sido retratadas mil y mil veces; y lejos también de los Banlieues, que son espacios problemáticos que aún no logro descifrar.

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Mi Francia es suave y gentil en términos estéticos y reivindica el valor del campo que ha sido despreciado por los franceses. La Francia de estas fotos, aunque no parezca, ha sido olvidada y maltratada después de la posguerra. La mayoría son aldeas remotas que nadie visita.

¿Qué significó este trabajo fotográfico para usted, personal y profesionalmente?

Fue un desafío. El desafío de fotografiar Francia completamente solo. Alguna vez hice un encargo para un periódico y me pidieron que fotografiara Francia en diez días. Lo hice, mejor dicho lo intenté. Pero después no publicaron las fotos. Sin embargo, hubo tres o cuatro imágenes de esta serie que me parecieron extraordinarias y nació la idea: "Francia y yo". Retratar 'mi Francia' parecía posible con tiempo, dinero y paciencia.

También fue un desafío no saber exactamente qué y con cual estilo tomaría mis fotos. Simplemente quería irme. Necesitaba un medio de transporte práctico para moverme de pueblito en pueblito y por eso me conseguí una minivan que adapté para poder cargar mis equipos y poder dormir adentro. Fui un nómada por 70.000 kilómetros.

Foto de Depardon. Reproducción por Ivan Valencia.

¿Alguna de estas fotografías fue hecha en Ródano, tu ciudad natal y el lugar donde comenzaste a tomar fotos?

No, allí no fui. Me pareció mejor salir de mi zona de confort y conocer otras paisajes de Francia. Pero la idea de 'volver' me acompañó siempre y puedo decir que fue mi esquema de trabajo. Fui un romántico y me sentí como un niño que se escapa del colegio por la tentación de ver qué hay más allá.

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Esta exposición de paisajes coloridos y casi desolados se distancia de sus fotos urbanas en blanco y negro. ¿Cuál es el estilo propio de Raymond Depardon?

Los franceses también tienen la misma dificultad para delimitarme porque no siempre voy en la misma dirección. Hago películas, tomo fotos a color o en blanco y negro, hago fotopoética, fotopolítica (aquí, en Francia, en África). La gente nunca logra saber quién y cómo soy yo.

Foto por Ivan Valencia.

Bueno, ¿entonces quién es Raymond Depardon?

[Ríe] ¿Sabes? Me acuerdo mucho de la agencia que fundé con unos amigos hace unos años [se refiere a Gamma, una prestigiosa agencia fotoperiodística de los años 70]. Era curioso porque mis colegas siempre tomaban todas su fotos con la misma cámara y se casaban con ella por el resto de la vida. Pero yo no. Yo cambio cámaras, de estilo, de colores, de temas.

Por ejemplo, muchos creen que la cámara que usé para esta serie es una Leica. Pero en realidad es una cámara de fuelle con piezas mixtas. Unas partes son americanas, otras japonesas, tiene óptica alemana y lo único que es francés soy yo (se ríe).

Amo alternar, me encanta la transformación y prefiero adaptarme a las situaciones.

Me di cuenta que este sistema flexible era el mejor método para mí. Siento que pertenezco al siglo XIX, aunque nací en el XX. Uso la cámara como si estuviera en este siglo porque siento que es un aparato que debe, ante todo, generar una contrainte [tensión, presión u obligación]. Intento hacerlo siempre, en todos mis trabajos visuales: en un hospital psiquiátrico [Manicomio, 1977], en una granja [Profils paysans: le quotidien, 2005], en el continente Africano [Afriques: comment ça va avec la douleur?, 1996].

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Pero, ¿por qué fabricar tensiones?

Porque creo que es la mejor solución para fotografiar 'lo real', que es extremadamente complejo. Si no se fabrican las contraintes, corres el riesgo de que lo real te manipule primero. Por eso hay que cortar y recortar como si fuera la puesta en escena de una ficción. Vas allí y luego allá, pero hay que hacerlo conscientemente, porque si no, ya no sabrás ni qué querías ni cómo.

Es extraño, cuando hacía reportería aprendí a tomar fotos muy rápido. Pero todavía no había interiorizado este concepto.

Foto por Depardon. Reproducción por Ivan Valencia.

¿Tu idea de contrainte, tensión, tiene que ver con el instante decisivo que proponía la escuela de Cartier-Bresson?

Yo no he sido jamás "muy Cartier-Bresson", aunque haya sido un señor que conocí… Tenía mucho talento, sobre todo antes de la guerra en los años 30 y fue alguien bastante importante. Pero también fue un aristócrata en todo su esplendor y su trabajo se convirtió en dogma y en cliché. Ahora los franceses están demasiado influenciados por esto del "El instante decisivo". Pero hay otras escuelas francesas, alemanas, italianas, colombianas. Es en este punto donde yo quiero barajar las cartas, borrar las pistas y seguir proponiendo cosas nuevas.

Ahora todo el mundo tiene cámaras en sus celulares y puede tomar todas las fotos que quiera. ¿Crees que esta situación contemporánea trastoca el trabajo del fotógrafo profesional y transforma su esencia?

No, no creo. Me parece que las selfies y las fotos de este estilo están bien y son divertidas. Pero también me parece que hay menos intención y tensión en ellas. No puedes tomar una buena foto si no la buscas, si no la robas. Pero tampoco puedes fabricar una tensión si te inclinas, posas y simulas (como lo haces en una selfie).

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Que todo el mundo se tome fotos creo que es una buena cosa. Además cada vez son mejores los dispositivos celulares. Yo, en todo caso, prefiero toda la vida tener una camarita [me señala la Leica análoga que cuelga de su rodilla].

Monsieur Depardon ¿Cuál es la mejor foto?

Mi foto favorita [se ríe pícaramente]. Es más bien un estilo: es una foto que suspende el tiempo y envejece bien. Es una foto donde las cosas no son evidentes y donde siempre hay un poco de misterio. Es una imagen donde la gente está de espaldas y probablemente sería una foto donde habrá deseo y el lente apunta a una mujer.

También sería una foto que olvidé que había tomado y que la descubro repentinamente en el presente.