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premios Goya

Los (pocos) momentos que salvaron los Premios Goya

Imaginábamos que iba a ser la ceremonia más reivindicativa desde el 'No a la guerra'... pero no.
Nathalie Poza, Goya a la mejor actriz. REUTERS/Susana Vera

Banal. Probablemente ese sería el adjetivo más adecuado para definir la entrega de los Premios Goya. Con el antecedente de los Feroz, donde Julián López se explayó con el machismo de la industria, los abusos sexuales o la situación política en Catalunya, las expectativas estaban muy altas. Y, como suele ocurrir con las expectativas, no se cumplieron. Parecía como si, ante la vorágine -política, social-, la Academia hubiera reaccionando normalizando todo. Como si quisiera aparentar seguridad y normalidad en medio de un tsunami.

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Justo antes de arrancar la gala, Arturo Valls decía en la alfombra roja que ojalá sus colegas se centraran en el cine, en hablar de la industria y como mucho de sus problemas y no 'marearan' con otros temas y reivindicaciones. Y Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, maestros de ceremonias, así como la mayoría de ganadores de la noche parecieron tomar nota.

Quizá sea que la industria del cine nos ha acostumbrado mal (nadie le exigiría a los Grammy una gala combativa, ni a la MBFWM ni al Mundial) y esperamos mucho de ellos o quizá la ocasión lo merecía y no estuvieron a la altura. El caso es que sentarse ayer y sintonizar TVE para disfrutar de 'la gran fiesta del cine español' y sobre todo renunciar a echarse unas cañas o a podar un bonsái por hacerlo habría sido un error. Un craso error de no haber sido por estos pocos momentos estelares que salvaron la gala de anoche de la completa insustancialidad.

Paquita Salas haciéndole el trabajo a Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla

La de anoche no fue la gran velada de los Javis aunque, como se rumoreaba, muy probablemente el after fue fuera en su casa. De los cinco Goyas a los que optaban solo se llevaron uno -a mejor canción original por 'La llamada' de Leyva-, y quizá que no pudieran subir al escenario fuera uno de los motivos que hicieron la gala a ratos infumable. Hasta que, de repente, apareció ella. Paquita Salas, la directora de PS Managment, repartió tarjetas de visita a Bardem y a Maribel Verdú y les recordó a los allí presentes la necesidad de reírse de sí mismos. A Brais Efe se le empieza a dar mejor ser Paquita que Brais.

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Leticia Dolera y el campo de nabos feminista

Decían que esta ceremonia de los Goya iba a ser 'la gran noche de las mujeres. Joaquín Reyes mencionó en su discurso de apertura la necesidad de alcanzar la igualdad salarial y laboral entre hombres y mujeres. Ernesto Sevilla bromeó con que fueran dos hombres los presentadores y algunos de los invitados alzaban de cuando en cuando el abanico rojo que se regaló con ese #+Mujeres, símbolo del compromiso de la industria con el feminismo -palabra que, curiosamente, nadie se atrevió a pronunciar-.

Y, entre tanta reivindicación descafeinada, entre tanto aparente compromiso, Reyes bromeó con Leticia Dolera sobre el mansplaining. Guionizado o no, la actriz le respondió que les estaba quedando un campo de nabos muy bonito. Y definió a la perfección lo que ocurrió ayer en TVE: en la ceremonia de entrega de la supuesta igualdad de géneros no hubo ni una guionista femenina. De los 135 nominados, solo 30 eran mujeres. Y, aunque los premios a Carla Simón y a Isabel Coixet insuflan un poco de esperanza, la noche de ayer no fue la noche de las mujeres.

La importancia de hablar del VIH

El de Carla Simón fue uno de los discursos más emotivos de la noche. Habló de algo que le toca de cerca, el VIH. Habló de sus padres biológicos y de todos los que murieron de SIDA de su generación, pero también de los que les ayudaron en aquel momentos. Y cerró con un mensaje a los que a día de hoy conviven con el VIH y, sobre todo, con los estigmas que lo rodean. "Quiero dar fuerza a toda la gente que vive hoy con VIH, creo que es muy absurdo que tenga hoy un estigma, no pasa nada por vivir con el VIH."

Y la importancia de hablar euskera

Aunque las reivindicaciones en torno a Catalunya brillaron por su ausencia -nadie habló de los Jordis, los presentadores no lo mencionaron, como sí hizo Julián López en los Feroz y apenas se escuchó catalán-, ayer oímos a muchos de los ganadores hablar en euskera. Casi todos los miembros del equipo de Handia agradecieron tanto en catalán como en euskera sus premios. Y eso, en tiempos en los que salirse del supuesto redil de la españolidad está mal visto, es casi un acto de valentía.

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'Me llamo Pepa Charro y soy mujer'

"Hola, me llamo Pepa Charro y soy mujer". Así arrancó su discurso La Terremoto de Alcorcón, la única que se atrevió a darle un poco de caña a una ceremonia con alusiones a la desigualdad salarial, al machismo en la industria y al caso Weinstein. Sin embargo, tampoco ella se atrevió a preguntar, como sí hiciera Julián López en los Feroz, quién sería el Weinstein patrio y por qué todavía no habían salido casos de acoso a la luz en nuestro país.

El sueño que nunca tuvo Julita, cumplido

Julita, la madre del director Gustavo Salmerón, tuvo tres sueños en la vida: tener muchos hijos, un mono y un castillo. Y, además de conseguirlos todos, anoche subió al escenario de los Goya junto a su hijo para agradecer el Premio a Mejor Documental.

Julita le pidió a Bardem que la ayudara a subir las escaleras y, con el cabezón en la mano, le dijo a Gustavo que se guardara 'el monstruíto', que pesaba mucho y no podía sujetarlo. A partir de ahí, soltó una de esas retahílas de pensamientos sin filtro que ha cautivado a todo el que ha visto 'Muchos hijos…' Su naturalidad y su sencillez fueron un soplo de aire fresco, casi al final de una gala frente a la que muchos empezábamos a dar cabezadas. Le dedicó el premio a las madres, y a todas las mujeres que lo serán y a las que no lo quieren ser, que también son estupendas.

Pero a pesar de Leticia, a pesar de la Terremoto de Alcorcón, a pesar de Julita y de Paquita, nos fuimos a la cama con una sensación rara, como si hubiéramos visto una película con mucho hype y al final no hubiera sido para tanto. Pero en Moncloa, el Presidente se sentía orgulloso del cine español y le daba la enhorabuena, quizá porque, por una vez, se dejaron de tonterías, de reivindicar la igualdad salarial o de poner de relieve la precariedad en la que viven los jóvenes que tan poca voz tuvieron anoche -una pena por los Javis y Eduardo Casanova-.

Era de esperar.