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Cultură

Me tomé una pastilla de éxtasis para ir a la expo de Kandinsky de Madrid

¿Cuatro amigos que se visten muy elegantes para tener una reunión cultural, con drogas, inspirados en Jodorowsky? No puede acabar bien.

Imagen modificada vía

El concepto es el concepto. Y aquí el concepto era fusionar los ácidos con la cultura y dejarnos llevar como las olas del mar. Llevamos un mes preparando todos los detalles. Nuestra inspiración era Jodorowsky y sus reuniones de artistas latinoamericanos organizadas en los 60. En su casa de Santiago de Chile juntaba a sus amigos, muchos de ellos poetas, músicos, escritores. Antes de pasar a la sala principal donde solo había un podium para subirse y un atril los invitados debían beberse de trago un vaso de ginebra sin mezcla ni hielos. A partir de ahí la libertad era total: podía terminar en una orgía, en un recital de poesía o encontrando tu verdadero camino en la vida.

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Título de la reunión: El torrijazo de las 5

Vestuario: Traje, gabardina,chaleco, pajarita o corbata, sombrero y zapatos.

Lugar: La cafetería del Circulo de Bellas Artes. Interior. Día. Sofás de la esquina del fondo, las ventanas dan directamente a la calle Alcalá. (Importante el detalle de las ventanas para que te vea todo Madrid)

Miembros: Cuatro buenos amigos.

Actitud: Te la debe sudar todo.

Excursiones programadas: Cada uno de los cuatro miembros de esta cumbre denominada T5, tiene una serie de actividades preparadas anteriormente. Algunos se saben con anterioridad otras son sorpresa.

El fin de todo esto: Salirnos durante un ratito de la rutina y normas marcadas por la sociedad a ver qué pasa.

En Inglaterra la hora del té es sagrada y por eso todos fuimos muy puntuales. Llegamos casi a la vez, nadie dijo una sola palabra. El encargado de traer el menú principal sacó del bolsillo de la americana esos preciosos diamantes. Un montón de pastillas que brillaban bajo la luz radiante que entraba por la ventana. Abrimos la boca y el cura nos fue introduciendo una pirula a cada uno cual pájaro espino a sus feligreses. "Caballeros, nada de cuartos ni medias, entera por favor y para dentro", un buen trago de refrescante zumo de naranja y como si ahí no hubiese pasado nada.

Comenzamos a hablar sobre la vida, la evolución de la personalidad del ser humano con los nuevos tiempos y el futuro. Las señoras mayores que tomaban sus cafés con pastas al lado de nuestra mesa ni en el peor de sus sueños podían imaginar que a esos cuatro mozuelos tan educados, y que así vestidos parecían de buena familia, el señor ácido les estaba pegando un estacazo de puta madre. A los treinta minutos los calores que corrían por el cuello de la camisa eran prodigiosos. "¿Subimos en el ascensor a la terraza del circulo? ¿Les parece?". Hablábamos así para darle más solemnidad al acto.

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El cebollazo era considerable, uno de nosotros había traído en una carpeta folios y unos rotuladores Carioca de muchos colores. Nos sentamos en el césped a medio metro de la pantalla gigante. Dando la espalda a todas las mesas llenas de personas y a la diosa Atenea. Parecía que una nave espacial estaba aterrizando ante nuestros ojos, esa mezcla de colores, luces, calor y éxtasis convertía la conversación en algo cada vez más surrealista y los dibujos en obras que merecían ser comentadas entre los asistentes analizando cada trazo del artista. "¿Qué les parece si pedimos la cuenta y nos vamos dando un paseo al Palacio de Cibeles a ver la exposición de Kandinsky?". Gran idea.

Mientras hacíamos cola para entrar, nos pusimos una ágil ronda de llaverazos de farlopa con una naturalidad pasmosa. A algunos les gusta más la técnica del tarjetazo, a otros el canal de historia y emulan a los Egipcios inhalando directamente la cocaína de la cavidad que se forma si estiras para arriba el dedo pulgar. No se si lo habéis probado. No esta nada mal. Cuestión de gustos. "Pueden pasar dentro por favor. ¿Quieren audioguía?". "No, muchas gracias, ya tenemos nuestras propias voces dentro del cerebro".

La hostia empezaba a ser bastante elegante. Di un paseo intentando ser uno más. Hasta que vi a uno de mis amigos intentando lamer uno de los cuadros de la sala sentado como un jefe indio en el suelo. Por suerte nadie se percató y nos lo llevamos disimuladamente a rastras hasta el servicio. Como nos encontrábamos en un baño bastante limpio y bien alicatado nos pareció una falta de respeto no hacernos unos disparos de espinaca de la huerta. Salimos del baño como si fuéramos pilotos de Moto GP. Recorrimos la exposición haciendo trombos y segadas voladoras emulando a Márquez y Rossi. Una vez en la calle nos metimos en dos taxis para seguir con el itinerario. Te preguntarás si somos cuatro por qué no un solo taxi. En realidad éramos cinco porque el quinto pasajero era el pepinazo que llevábamos todos encima. Por eso cogimos dos medios de transporte. El siguiente destino era un Ice bar junto al metro de Tirso de Molina. Yo no había entrado en uno de estos en mi vida. Nos llamamos por teléfono de un coche al otro para ponernos de acuerdo y meternos todos a la vez la segunda pirulo de canto.

En la entrada nos explican que han querido emular la transparencia de los lagos helados de Canadá y a mi me entra la risa y me caigo al suelo. Una señorita muy amable nos recomienda ponernos unos abrigos negros con capucha, es obligatorio chicos. Le decimos que ya vamos bien abrigados, que somos chicos del norte, como las rayas de espinaca que nos vamos a poner en su baño. Procedemos.

En la barra nos pedimos unos chupitos de vodka por esto del frío ruso y para estar conectados con el ambiente polar. Nos sentamos en un sofá de hielo encima de una fina manta blanca. Las sensaciones de calor-frío son maravillosas. En cualquier momento parece que te vas a desmayar o que se te va a parar el corazón.

Charlamos como unos snobs sobre la exposición de Kandinsky. La verdad es que nos ha gustado… el resto de la jornada no tuvo ya nada de cultural. Se veía venir. Volveremos a ver la exposición, en otro momento. Seguimos con la tertulia, pero poco rato, queda toda la noche por delante y creo que vamos a acabar comiendo cochinillo en Segovia. No sé por qué.