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Cultură

Así son los refugiados sirios que nunca salieron en las noticias

Cerca de mil viven en España desde hace tiempo, escaparon de la guerra y las torturas, muchos han perdido ya la ayuda del Gobierno.

Mohamad llegó de un campo de refugiados en Jordania.

Mientras España aguarda a los 'refugees', hay cerca de mil refugiados sirios que viven desde hace tiempo entre nosotros. La cifra es imprecisa, ellos mismos confiesan que no saben cuántos son, afirman que los que han podido se han ido a buscar un futuro mejor, pero coinciden en que ya no llegan al millar. Estas personas no tuvieron una bienvenida mediática, lo que no impide que muchos de ellos coincidan en su agradecimiento a España, "es un país muy bonito, la gente es encantadora", asegura Mohamad, que lleva aquí menos de un año. Sin embargo, su realidad no es buena, como la de otros muchos como él.

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"Hay de todo, algunos están muy bien, pero te digo que la situación general es más mala que buena", afirma Susana Hijazi Vicente, española hija de padre sirio y voluntaria en la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio. Mohamad es de Daraa, la ciudad donde empezó la revolución. "Me cogieron en la cárcel, a mí no me torturaron", pero fue testigo de cómo degollaban a su hermano, añade Susana Hijazi, que ejerce como traductora. En cuanto pudo huyó y llegó a un campo de refugiados en Jordania, donde la situación era "insostenible", recuerda; "insalubridad, inseguridad…". Gracias a Acnur su familia –tiene mujer y tres hijos– y él consiguieron venir a España. Afortunadamente nada más llegar "nos dieron el estatus de asilo", cosa que no sucede con todos los solicitantes.

Primero estuvieron seis meses en el Centro de Acogida de Refugiados (CAR) y ahora están en un piso que les proporcionan las organizaciones no gubernamentales. Ni su sonrisa ni sentido del humor pueden ocultar la angustia: "El futuro es incierto porque las ayudas duran un tiempo. Si no encuentro trabajo para mantener a mis hijos, cuando se acaben las ayudas, qué". A Mohamad le han dado recientemente el permiso de trabajo –ha sido conductor de camiones durante 17 años–, aunque afirma desilusionado que no hay trabajo y, "claro, también es necesario que domine el idioma y estoy en ello". Es un "idioma bonito, pero necesito herramientas para poder aprenderlo, el problema es que con tres o cuatro horas a la semana –que son las horas de clase gratuitas que proporcionan las ONG– no es suficiente, se necesita mucho más tiempo".

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José Javier Sánchez Espinosa, subdirector para Migraciones de Cruz Roja –que junto a Cear y Accem son las organizaciones oficiales que trabajan con los refugiados en España–, reconoce que "es cierto que hay gente que, una vez finalizadas las ayudas, no consigue su integración real y a la que nosotros seguimos apoyando con otros programas que ya no son específicos para refugiados", sino que valen para cualquier persona que viva en España, sea o no de aquí, como el de ayuda alimentaria, apoyo psicosocial, etc. Coincide con Susana al afirmar que "afortunadamente hay personas que están mejor y desgraciadamente hay otras que están mal".

Este programa de ayuda y apoyo al refugiado dura 18 meses –con la posibilidad de prorrogarse en situaciones concretas–. Los primeros seis meses los refugiados viven en el CAR. Allí reciben clases de castellano, asesoría legal, asistencia psicológica, se escolariza a los menores, etc. Lo habitual es que al salir del CAR obtengan el permiso de trabajo. Luego reciben el alquiler de una vivienda y apoyo para la manutención, así como ayuda para seguir "haciendo cursos y formándose para que puedan encontrar un empleo", prosigue Sánchez Espinosa. La ayuda económica que reciben para manutención puede llegar a los 500 euros al mes para una persona sola. "Es verdad que es una cantidad pequeña, pero también es verdad que la renta mínima de inserción –la que corresponde a cualquier persona que reside en España– que hay está a ese nivel más o menos", apunta Sánchez Espinosa. Una familia, a su vez, puede tener un máximo de 2.000 euros, "lo que no está mal en el contexto español actual". Pasados los 18 meses, las ayudas como refugiados finalizan y comienza la independencia real.

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¡Bienvenidos a España!

Llega la hora de la verdad. Ha pasado un año y medio, la independencia es una realidad. Le comento a José Javier que hay refugiados que se quejan de que en ese tiempo no han podido dominar el idioma, lo que les dificulta muchísimo la entrada al ya de por sí difícil mercado laboral. "Es verdad que ese problema nos lo hemos encontrado, quizás en el colectivo sirio menos porque los que están llegando tienen un nivel educacional medio, no son los más pobres, que, desgraciadamente, no han podido salir de Siria". En los casos "que nos hemos encontrado no es ya un tema de aprender el idioma, es un tema de alfabetización" previa en su propia lengua de origen.

Derar Ali Derar Hamed es de Eritrea, habla español aderezado con inglés. Se disculpa cuando no pronuncia bien alguna palabra. Las ayudas se han acabado para él y siente que no habla el idioma con la suficiente fluidez. Comparte la queja de Mohamad, el sistema de ayuda para aprender "no es suficiente para nivel bueno, yo no había escuchado en la vida el español idioma" hasta que llegó aquí. Su caso está lejos del analfabetismo que mencionaba Sánchez Espinosa. Él huyó de su país hace muchísimos años a Libia. Allí estudió ingeniería. Cuando la violencia llegó también a Libia se vio obligado a huir a un campo de refugiados en Túnez. Una huida que lo tuvo separado de su familia –mujer y dos hijos– durante un año. Se les han acabado las ayudas y lo que recibe es la Renta Mínima de Inserción, que son 500 euros. El alquiler de la casa en la que viven vale 700 euros, así que en junio dejaron de pagarla. Ahora esperan "la decisión del juez de la expulsión de la casa", dice angustiado. "No es culpa de casera, ella necesita dinero, y yo no pagar alquiler cinco meses". La gente es "muy buena en España", pero "aquí crisis económico, no hay trabajo, todo el mundo lo sabe, yo puedo trabajar de lo que sea".

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Curiosamente Derar sí tuvo una bienvenida mediática cuando llegó a España para reunirse con su familia tras un año de separación. Gracias a un reagrupamiento promovido por el Gobierno español, pudo venir a nuestro país, que lo recibió en Barajas –junto a otros refugiados– con cámaras y flashes. Sabe perfectamente que fue nuestro Gobierno el que posibilitó su llegada, por lo que hasta le ha escrito cartas, que no han obtenido respuesta, al ministro de Interior. "Yo no pido la continuación de las ayudas, pedimos nuestro derecho en la vivienda pública, la buena integración en el español, trabajo y así podemos confiar en nosotros mismos". El sirio Mohamad comparte esta postura: "A mí me pagan el alquiler, yo no quiero que me paguen el alquiler, eso es mucho dinero gastado, cuando haya una vivienda vacía, que me la den"; que "nos faciliten un sitio donde vivir y que nos ayuden en la inserción al mundo laboral, es lo único que pido, porque si hacen esto, yo ya no necesito ayuda", añade.

La historia de Derar nos recuerda lo que muchos se empeñan en ignorar, y es que en España y en todo el mundo hay solicitantes de refugio que no son sirios. Él no tiene nada en contra de los sirios, al contrario, pero sí cree que "es un error muy grande" que se hable solo de ellos.

"El después está oscuro"

Son palabras de Mahmud Abdi, kurdo de Siria. Vino hace 45 años a estudiar a España. Es uno de los fundadores de la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio, a la que dedica muchas horas como voluntario. La asociación nació para enviar contenedores de ayuda humanitaria al interior de Siria. "Gracias al pueblo español hemos podido mandar 19 contenedores –y preparan nuevos envíos–, incluso agradeciendo a la Comunidad de Madrid que ha colaborado con nosotros" donando equipos hospitalarios. A pesar de que su razón de ser es el envío de ayuda humanitaria, no se han desentendido de la comunidad siria española. Mahmud, entre otras muchas cosas, lleva comida y productos de primera necesidad a cuantas familias sirias se lo piden, y ayuda como traductor, al igual que Susana, que, como licenciada en Derecho, también ejerce como asesora legal. "El problema es que no hay ayudas suficientes", se queja Mahmud. Muchos le llaman porque están a punto de ser desahuciados. Afortunadamente, gracias al boom mediático que han vivido los refugiados sirios las últimas semanas, "hay gente que ha ofrecido habitaciones gratis". El problema es que "la situación en España es también muy mala, no puedes exigir más a los españoles, están hasta el cuello".

Sin embargo, la cara positiva de este "después oscuro" vuelve a ser la generosidad de la gente. La AAPS está compuesta por un pequeño grupo de voluntarios con una minúscula sede en Madrid. Entrar allí es luchar contra paquetes de todo tipo y tamaño para conseguir avanzar unos pasos sin perder el equilibrio. Son las donaciones de material que no cesan de llegar. "Estamos saturados y desbordados de tanta gente que quiere ayudar", comenta Susana entusiasmada. Cualquier persona que llegue es bienvenida y, por supuesto, cualquier refugiado, como el eritreo Derar, que pasó por allí para coger unas mantas.

Mientras el país sigue pensando en los refugiados sirios que están por venir, Susana se pregunta: "Si no hay ni mil y la situación no es buena, ¿cómo van a llegar 15.000 más?". José Javier Sánchez Espinosa responde desde Cruz Roja afirmando que "ahora mismo lo que estamos haciendo es ampliar el programa, no solamente en capacidad de acogida, sino también haciendo mucho hincapié en temas de formación". La situación "es la que es, pero vamos a redoblar el esfuerzo". Obviamente la crisis no ayuda, en eso coinciden todos. Aún así, Sánchez Espinosa defiende el programa para refugiados español: "En comparación con otros que hay en países de nuestro entorno europeo, es un programa amplio que tiene bastante cobertura".

Todos coinciden en que estamos hablando de justicia, de derechos. Sánchez Espinosa concluye: "Tenemos que luchar contra las desigualdades en España y también fuera de España. No es justo que haya personas españolas que no tengan trabajo y que no puedan tener una independencia económica, pero tampoco es justo que una persona que huye no tenga ningún apoyo". Deseo compartido de que el 'refugees welcome' sea un proceso a largo plazo de integración real y consecución de derechos, no una creación de ciudadanos de tercera.