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Recuerdo estar allí tumbado, gorgoteando y resollando, y sentirme muy decepcionado y cabreado conmigo mismo. Me negaba a acabar mis días tirado en una puta cuneta bajo la lluvia. No estaba satisfecho con mi vida ni con la clase de persona que era a los 26 años. Quería otra oportunidad.Me trasladaron en ambulancia al hospital Bathurst y me indujeron un coma. Recibí 14 transfusiones de sangre y me abrieron con una incisión desde el esternón hasta la ingle. Vinieron seis cirujanos desde Sídney y se turnaron para coserme las entrañas. Luego me llevaron en helicóptero a Westmead, donde permanecí cuatro días en la UCI con el abdomen abierto. El coma duró tres semanas.Me llevaron en helicóptero al hospital, donde permanecí cuatro días en la UCI con el abdomen abierto. El coma duró tres semanas.
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Me sometieron a un tratamiento intensivo de antibióticos y el médico me advirtió de que si volvía a toser o estornudar, sería el fin. Pasé dos semanas sin moverme ni un centímetro. Sabía que no tendría más oportunidades. Me limité a centrarme en la respiración, en mantenerme con vida.Desaparecida la infección, empecé a recuperarme. Diez semanas después del accidente, ya era capaz de caminar por los pasillos del hospital ayudado de un andador. Recuerdo que la primera vez que lo intenté, solo conseguí llegar a la puerta de la habitación y me derrumbé por el intenso dolor. Mi torso se mantenía unido por grapas y una faja, por lo que cualquier mínimo movimiento lo sometía a mucho estrés. Además, tenía la musculatura destrozada de cuando me tuvieron que abrir para operarme.Cuando me dieron el alta, centré todos mis esfuerzos en recuperarme. Al principio solo podía rodar por el suelo, pero poco a poco iba recuperando el tono muscular y empecé a levantarme pronto cada mañana para caminar. Un día llegué hasta el buzón; al día siguiente, un poco más lejos; luego conseguí cruzar la calle, etc.Cinco o seis semanas después de recibir el alta, me reincorporé al trabajo. Quizá me precipité, pero estaba aburrido. Me esforcé tanto que llegó un momento en que tenía el suficiente control sobre mi cuerpo como para volver al gimnasio y a montar en moto.Esa fue una de las lecciones que saqué de esta experiencia: aprender a apreciar el control de mi cuerpo. Considero que ahora soy más consciente de la fortaleza del cerebro humano, de la vulnerabilidad del cuerpo y de la interacción entre ambos. Desde el accidente, he leído mucho sobre cómo nuestros pensamientos afectan a nuestro cuerpo y hago lo posible por controlar el mío. Sigo vivo y sano, y me gusta pensar que superé todo pronóstico porque me convencí de que podía hacerlo.Puedes leer más artículos de Jess en comfortisforwimps.comTraducción por Mario Abad.Un día llegué hasta el buzón; al día siguiente, un poco más lejos; luego conseguí cruzar la calle, etc.