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Identidad

Alebrijes: Sincretismo y aglutinado cultural

A pesar de su popularidad, los alebrijes esconden una profundidad llena de rasgos y adaptaciones culturales.
Fotografías cortesía de 

SINDICATO

“Cuando nace un niño se le asigna un tona, un animalito, basado en tres tiempos: año, mes y día. Es uno o dos de los 20 animales que viven aquí. Ahora sí que no lo digo yo, lo dice el calendario zapoteco, el museo Santo Domingo y Monte Albán.” El alebrije es esta combinación de tonas que crean el nahual: el animal fusionado con el humano. Si el nahual es el águila, la persona es práctica, cazadora y difícil de quebrantar. Si es camaleón, sabe guiar. Y si la persona tiene a ambos, su alebrije podría ser un águila con cabeza de camaleón en contrastes de colores vivos.

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El plan fue comer con los ojos los paisajes de las carreteras oaxaqueñas en moto hasta llegar a un pueblo de unas cuantas calles, San Martín Tilcajete. Ahí estaba don Jacobo en su taller, con su voz tenue y de cierta manera plagada de paz en acento sureño. Es el artesano de alebrijes más famoso mundialmente. Unos chinos intentaron patentar su obra, ha estado expuesto en Alemania, en la India, en el Vaticano y hay coleccionistas de su obra en varios puntos del planeta.

La conversación despegó por la diferencia entre el copal macho y hembra, utilizados en estado vivo para empezar el proceso de la artesanía. Es el mismo copal que da la materia prima para darle la forma física el que da el momento espiritual en el nacimiento de un niño zapoteco.

“En todo México conocen el copal, pero muchos solamente por el humo de la resina en los rituales. Para nosotros es importante jalar el espíritu del copal porque nos enseña el elemento del viento. Eso es lo que estamos mirando: el humo que ves es el viento. Entonces en las ceremonias, cuando se le asigna un nahual a un niño, siempre vamos a estar orando con el copal. Para nosotros una ceremonia es de forma circular y diciendo:

Que Dios te ilumine y que el viento te guíe, que el agua y la tierra te den lo que necesites, que tu cuerpo y tu espíritu estén juntos para que el viento te lleve a tu destino, que el sol te ilumine en momentos difíciles y el agua y la tierra le den a tu cuerpo la satisfacción para que se le quite la ansiedad y la sed.”

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¿Por qué los alebrijes no tienen la misma edad del calendario zapoteco? ¿O por qué no empezó en el 200 a.C. cuando la etnia ya trabajaba las 42 variantes de copal? Antes, ese antes que abarca tantas tradiciones en mutación, respetaban a sus nahuales a través de bailes y máscaras: la danza del jaguar, del venado. La Iglesia Católica llegó a sus vidas para levantar su mano extendida e intentar ponerle un alto relacionándolo con el diablo.

Respuesta de los zapotecos: persignarse antes de ponerse la máscara. El sincretismo empieza a tomar forma aunque la Iglesia logra inyectar miedo en las nuevas generaciones de “los diablitos”, de los portadores de máscara, de la gente pintada del rostro y de los brazos para delinearse escamas o plumas de sus nahuales.

Ahora, San Martín Tilcajete, uno de los 418 pueblos en Oaxaca regido por usos y costumbres, vive sobre todo de la producción de alebrijes. Así que estos animales fantásticos son el sustento espiritual y económico de un pueblo en comunalidad. “El zapoteco es muy unido. Es lo que preserva a Oaxaca lindo”. Y la Guelaguetza es trascendental para esta unión.

“Aquí se piensa así. Primero somos zapotecos luego, oaxaqueños y ya después mexicanos”.

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