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Música

¿Qué hace la música que nos lleva a otras realidades?

La ciencia matemática no tiene la respuesta de todo.
Cream, 1966.

Parece ser que la corriente de pensamiento técnico actual, normalmente, nos dice que la ciencia tiene la verdad, siempre, en todo y si no aún, en un par de días la tendrá. Pero ¿eso es toda nuestra realidad? ¿una reducción matemática, formulada y aprobada por un comité científico que dice eso es, sin apelación, la verdad? ¿mi verdad? ¿LA verdad?

No. La respuesta tajante y concisa es definitiva. La relación que uno crea con la música en el transcurso de su vida, puede ser medida por la cantidad de serotonina que se desprende en el cerebro cuando escuchas esa gloriosa canción de Pink Floyd, pero eso no describe de ninguna manera lo que la unión de todas tus vivencias, sentimientos, estados anímicos, culturales y demás hacen en tu cuerpo al escuchar Sorrow.

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No se necesita ningún conocimiento técnico para disfrutar la música por sí misma, tanto como medio o como fin, la música tiene una facción que mueve y apela a todos de una manera similar. Sin embargo, de una manera diferente también, la experiencia estético-musical es una individual que carece de pluralidad.

The Rolling Stones, 1965.

Cada uno apropia su experiencia estética de la única manera que sabe, y ella misma es incomunicable, inefable, esto en tanto que una experiencia no puede aspirar a más que ser descrita, pero jamás es realmente compartida. Delimita el sentido de individualidad y comunidad en el mundo por medio de unir al objeto que uno percibe, en este caso la música, con el sujeto que la escucha.

En el transcurso de la historia la pregunta de la relación entre el hombre y la música siempre ha ocupado un lugar muy importante. Los pitagóricos, una secta religioso-filosófica comenzada en tiempos inclusive anteriores a Sócrates y Platón (alrededor de 550 a.C.)  apostó por una teoría que unía la matemática con la música, pero a sentido de unidad o síntesis del cosmos en los dos. La verdad se encuentra en una relación entre el pensamiento abstracto como producto de la música y el pensamiento concreto producto de razonamientos matemáticos. No se da una contraposición en el conocimiento pues no hay una razón para hacerlo. Sin embargo, la esencia per se no son los números pues ellos se pueden dividir, la esencia se encuentra en la concepción de armonía y ritmo.

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Joan Baez y Bob Dylan, 1963.

Los pitagóricos hicieron descubrimientos muy importantes en el terreno de las matemáticas y en su unión con la música. Así, los conceptos de armonía e intervalos plagaron todo su pensamiento de una manera tal que llegó a penetrar en su cosmovisión, misma que buscaba afirmar que “cierto ritmo está en la esencia de todas las cosas.” Con ello, se dio el primer paso a una larga tradición en el occidente que unía el sentimiento musical con lo universal, místico o trascendente.

Pero ¿Qué pasa con la música? ¿porqué sentimos que nos atrae a los absolutos? Tal vez, es el sentido de unidad que encontramos en ella. El concepto de armonía es inalienable a la música. Luego, sentimos que encontramos armonía con nosotros mismos, con los demás, con la realidad natural o, puede ser, con una sobrenatural. El aspecto conciliador de la música es innegable, sin importar la realidad en la que estés sumergido la música hace una conversación contigo y a ti, quieras o no, te hace ruido.

Arthur Schopenhauer, un filósofo alemán del siglo XIX, conocido por sus teorías pesimistas y negativas del mundo, tiene una visión única de la música en la búsqueda de realizar una manera de “escapar” la lúgubre realidad que nos rodea. Él argumentaba que la voluntad de deseo era el único y constante motor de nuestros actos, así, guiados únicamente por el deseo, nuestro propósito en la vida se reduce a simplemente satisfacer los deseos o, en su defecto, buscar unos nuevos; una vez que los satisfacemos lo que queda es desear algo nuevo y, subsecuentemente, volverlo a satisfacer y así infinitas veces.

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The Doors, 1967.

El mundo está determinado por la voluntad como esencia y como una entidad trascendente sobre la que no tenemos injerencia, sino que solamente somos sus marionetas, es decir, la “coseidad” y finalidad de las cosas. Luego, como es de esperarse, la vida se convierte en constante sufrimiento por no poder prolongar el instante de satisfacción o felicidad brindado por el deseo; por ser carente de libertad; por el mero hecho de existir. Es muy complicado tratar de sintetizar una teoría filosófica tan compleja en solamente dos párrafos, sin embargo, éste es un esbozo claro de lo que el alemán buscaba fundamentar. Entonces, Schopenhauer, sabiendo que realmente no se puede dar una respuesta satisfactoria de la vida, propone una salida, una manera de poner la voluntad que nos aplasta en segundo plano y, por ciertos momentos, elevarnos sobre ella a través de la experiencia estética que nos proporciona la música. Debido a que la música no muestra la esencia de las cosas, ella se convierte en un fin y esencia por sí sola. La música se convierte en la única cosa que nos da un sentido en las cosas y sí, nos transporta a una realidad diferente, pues los deseos se olvidan y solamente queda una apreciación que está más elevada que cualquier racionalización de ella.

Black Sabbath, 1970.

Claramente no es necesario tener una visión tan negativa de la vida para poder abstraer una apreciación a la música así. Pero esa es la idea exactamente, es una apreciación inefable, indescriptible pues es nuestra y solo de nosotros alejados del margen de nuestra propia racionalidad. Entonces, preguntaba al principio del artículo ¿qué pasa con? o ¿qué hace la música? Pues parece ser que transmitir. Transmitir pensamientos y sentimientos de una manera que no se puede medir.

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