Especial de narrativa: Nunca tendremos París

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Especial de narrativa 2015

Especial de narrativa: Nunca tendremos París

Una conversación entre Aleksandar Hemon y Akhil Sharma.

En 2006 estábamos armando nuestro primer especial de narrativa. Yo quería publicar a Aleksandar Hemon. Él me contestó que no tenía nada preparado. Lo mismo ocurrió con Akhil Sharma. Los dos fueron muy amables. Ambos eran parte de mis escritores favoritos, así como parte de los cientos de autores a los que les escribo. Como pueden darse cuenta, tenía un arma secreta: un amigo de una revista prestigiosa me dio una lista con los mails de varios escritores. Simplemente le mandé los nombres y él me regresó una hoja de cálculo con todas sus direcciones En mi camino de acoso profesional a Hemon y Sharma, me enteré de que los dos estarían en París la misma noche y les pedí que fueran a cenar juntos y que llevaran una grabadora ¡Y dijeron que sí!

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Y después de todo, la grabación se perdió. Sin embargo, aún puedo recordar algunas partes. Recuerdo haber escuchado que en algún momento Sharma dijo: "Ahora debo ir al baño, pero mientras quiero que elijas un buen vino para que podamos gastar todo su dinero porque no me gusta que abusen de mí".

Hemon, con voz adormilada, dijo: —¿Que qué?

—Piénsalo.

Me entristeció haber perdido aquella conversación en París. En los ocho años desde entonces, Sharma publicó Vida de familia, que ganó el Folio Prize de ficción en 2015. Hemon publicó la novela El proyecto Lázaro y El libro de mis vidas, de ensayos. Ambos fueron finalistas del National Book Critics Circle Award. Con ruegos y sobornos, los persuadimos para que conversaran de nuevo en el restaurante Le Bernardin en Nueva York. Aquí está su conversación, la cual editamos por cuestiones de duración.

—Amie Barrodale, editora de ficción de VICE

Akhil Sharma: No sé si tu experiencia de escritor sea como la mía, en la que es muy difícil ganarte la vida.

Aleksandar Hemon: Sí, lo es.

Sharma: Así que es raro ir a un restaurante lujoso y ordenar como caballero. Es una experiencia extraña.

Hemon: Hace poco estaba en un hotel de lujo que tiene un restaurante con estrellas Michelin, y ahí pude ver a través de todos mis buenos modales que mi pobreza es genética y que ha arruinado a mi familia durante milenios. No podía hacerme el loco y hacer como si no fuera gran cosa, como hacen las personas acostumbradas a eso. Estaba en un parque temático de la riqueza. Simplemente estaba allí, aunque en realidad soy un trabajador con un sueldo bajo.

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Sharma: Yo crecí sin tener mucho dinero y trabajé duro para no estar cerca de mi familia. Me parecía que trabajar duro era la mejor forma de no terminar con mi primo ratero. Yo también tengo esa sensación de que la gente puede ver a través de mí. Pero no tengo ganas de pertenecer a ese mundo.

Hemon: Ese hotel del que te hablo tenía un diseño hermoso y una colección de arte, y aunque las piezas no eran malas, tampoco eran arte: eran decoración. Es difícil concebir que cuelguen cosas en las paredes de un hotel lujoso. Y el arte decorativo no es algo que a mí me importe.

Sharma: Veo la lógica de lo que dices. Yo me conmuevo y me emociono muchísimo cuando veo algo bien hecho, una chamarra o una playera o algo así. Obtengo mucho placer en ello. Si hay una alfombra bonita en el pasillo digo: "Déjame disfrutarlo, esto es lo único que tengo".

Hemon: Supongo que esta sensación de pobreza genéticamente inscrita es parte de mi historia familiar, o de la historia de la región de donde vengo. Y es un modo de supervivencia, como saltar de isla en isla mientras los tiburones nadan en el agua. Pero es por eso que disfruto muchas cosas, una por una. Casi todas las personas de mi mundo, mi familia y amigos, piensan en términos de inestabilidad, placer ocasional y cualquier bondad que haya en el momento. Las cosas buenas se pueden ir así de fácil. La alfombra es hermosa, pero se puede ir así de fácil. Debería ser apreciada y disfrutada, pero…

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Poseer tales cosas no tiene sentido. Puedes tenerlas todas, pero sabemos que de repente, en algún momento, se irán.

Sharma: ¿Pero acaso las cosas no adquieren más valor? Cuando pienso en los precios, se me ocurre que cuando esté en mi lecho de muerte veré mi vida en retrospectiva y pensaré: "Todo estaba bien ¿Por qué no fuiste más feliz?".

Hemon: Mi meta también es ser feliz, pero es cuestión de qué es lo que te hace feliz. Entonces veo que el placer no es lo mismo que la felicidad, tampoco lo es la constante exposición al placer. Es sólo placer. Lo disfruto mucho, pero no me hace feliz de forma substancial. Eso es lo que he aprendido de mi vida.

Sharma: Agradezco mucho estar aquí sentado, comiendo esta cosa tan deliciosa.

Hemon: La gratitud es diferente a la felicidad. Me gusta tener esta vida en la que puedo buscar nuevas experiencias… Yo esquío, y una revista de las que dan en los aviones llamó a mi agente preguntándole por escritores que esquiaran, y yo me ofrecí como voluntario. Entonces esquié en Gstaad [Suiza], aunque Gstaad no es sólo una estación de esquí. Esquié, pero también pasé un rato en algunos hoteles para escribir sobre ellos. Aún no se ha publicado nada. Como dicen ellos: "Donde me dejes, aterrizo". Y yo aterricé en Gstaad.

Sharma: ¿Qué tan seguido viajas a Bosnia, tu lugar de origen?

Hemon: Voy una o dos veces al año. Antes de tener hijos iba más seguido, pero el año pasado fui dos veces. Este año aún no he ido. Pero siempre estoy en contacto con gente de allá. Ayer entregué una columna en bosnio y escribí el guión para una película con una directora bosnia, sobre todo por medio de Skype; es una película llamada Love Island. Los primeros dos borradores estaban en bosnio y luego los pasamos a inglés. Una buena parte está en inglés. Hoy en día puedo hacer esto gracias a Skype. Mis padres, que viven en Canadá, pasan algunos meses en Bosnia una vez al año. Solamente van una vez al año porque odian el invierno canadiense. Mi hermana, quien vive en Londres, va a verlos con su familia. Cuando yo voy, nadie se sorprende de verme. No tengo que ponerme al corriente. Hablo de mi vida en todos lados y mis amigos siempre saben en qué ando. En Estados Unidos hay una fascinante falta de entendimiento sobre qué ocurre con los inmigrantes. No sólo por parte de los republicanos. Y es que no es negación, muchos pecan de ingenuos.

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Sharma: El mito del inmigrante es tan extraño… es alguien que está fuera de lugar.

Hemon: Es el tropo de la Isla Ellis (La Isla Ellis es un islote cercano a Nueva York que a finales del siglo 19 y la primera mitad del veinte funcionó como la principal aduana de la ciudad. Por allí entrababan migrantes provenientes del sur y del este de Europa [N. de la T.]), a donde llegas y te conviertes en otra persona: te vuelves estadunidense Tu transformación empieza en la Isla Ellis. Te conviertes en una persona nueva y, una vez que la hagas aquí, según el mito, regresarás a tu vieja tierra unos cuarenta o cincuenta años después y no reconocerás nada.

Sharma: Cuando vas a Bosnia, ¿cuánto tiempo te quedas allá?

Hemon: A veces estoy en Europa y sólo voy allá unos días para ver a amigos. Es difícil quedarme allá porque no quiero dejar mucho tiempo a mis hijos. Mantengo contacto con Bosnia por medio de la escritura, pero también le hablo a la gente y estoy involucrado en la política y todo eso. No tengo tanta nostalgia como para ir a Bosnia; ésa ya se fue. Cuando voy a Bosnia no voy para recordar mi juventud. Voy allá a visitar a gente que vive allí y porque extraño a mis amigos, de la misma forma en que extraño a mis amigos de Nueva York.

Sharma: Ahora, si vas a India, allá hay una especie de confusión eterna. En la noche nunca está completamente oscuro porque hay demasiada luz y el cielo está contaminado, por lo que la luz siempre se refleja. Lo que extraño es estar en el centro de la ciudad y ver estrellas. Cuando pienso en India en términos de nostalgia, me doy cuenta de que ésta es sobre todo física. Y físicamente es un mundo diferente, ya que el plástico era muy valioso y poco común. Incluso en el año 2000, no encontrabas cosas en la calle. No veías basura en ningún lado. Eso me da nostalgia.

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Hemon: En realidad no creo que nostalgia sea la palabra correcta. Es más como "Me gustaría volver a vivir mi juventud, pero con mi mente de ahora". Yo también quisiera eso, pero también sería más consciente de ello, ya que ahora puedo verlo desde lejos, y había cosas buenas e importantes en las que estaba tan inmerso como para ver su totalidad. En retrospectiva, desearía haber puesto más atención. Quizá es una enfermedad de escritores: eso de siempre querer haber sido más consciente.

Sharma: ¿Cuántos años tienen tus hijos?

Hemon: Tres y siete. Perdimos a un bebé entre ambos. El más grande tenía una hermana que falleció. Mi hija menor tiene algo llamado Síndrome de Prader-Willi. Es un trastorno del espectro, lo que significa que puede ser muy malo o no tan malo. Pero sí necesita atención, por lo que mi esposa ha cargado todo ese peso y cuando estoy en casa compartimos las responsabilidades. Pero cuando no estoy, ella tiene que hacerse cargo. Ella ya está regresando a ese punto en el que puede trabajar de nuevo, pues la niña de tres años ya empezó a ir al kínder.

Sharma: ¿Sabes? Mi esposa y yo decidimos no tener hijos antes de casarnos, en parte porque nunca creí que sería buen padre. Mi infancia fue tan miserable que creo que se necesitaría un milagro para criar bien a un hijo. Ahora llevamos 13 años casados y sería lindo tener un hijo, pero ya es demasiado tarde.

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Hemon: Ésa es una decisión que todos deben hacer, pero no puedes saber qué tipo de padre serás, porque ser padre te cambia. Te expande, pero no puedes saber qué áreas de tu ser te expande. Algunas cosas se vuelven mejores y otras peores. Algunas personas se ven a sí mismas con más espacio interior. No hay forma de saberlo. La gente no quiere entrar en lo desconocido. Yo no siento haber perdido nada al tener hijos, todo ha valido la pena. Los niños son hermosos.

Sharma: Mis padres eran personas muy difíciles. Eran malos y se volvieron más malos después del accidente de mi hermano. Mientras más envejezco, veo que tengo más compasión y me es más difícil evitarlos. Hace poco hablé con mi madre, pero en realidad siempre la evito, también a mi padre. Aún así, es difícil mantener ese límite, como de autopreservación ¿Has ido a India?

Hemon: No, pero muchas personas me han dicho que vaya. No he querido dejar a mi familia. Pero ahora tengo un libro recién publicado y podría ir a trabajar un poco allá.

***

Hemon: Uno de los textos de mi libro anterior, que habla sobre la experiencia de un amigo en la guerra, será publicado en formato electrónico. Él estará conmigo en el evento en la Apple Store en SoHo presentando un video.

Sharma: Siempre quise que me invitaran a The Paris Review, pero nunca sucedió. Una vez me invitaron a la gala del Penn en el Museo de Historia Natural porque un tipo canceló a último minuto. Me mandaron un mail preguntando si tenía un esmoquin y luego me dijeron: "Ok, si quieres ir, puedes hacerlo". Es tan increíble poder participar en este tipo de estupideces. Es bueno ser invitado y poder verlos y ver qué sucede allí.

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Hemon: Yo vivo en Chicago porque me gusta Chicago.

Pero una de las razones por las que no querría vivir en Nueva York es precisamente por esta exposición a la industria editorial y a la cultura literaria. Me aburrió muy rápido. Mi entusiasmo se va en un día o dos. Cuando vengo puede que vaya a esas cosas, pero nunca ansío ir a ellas. Son el Hollywood de la industria editorial.

Sharma: Cuando hay esas cosas, yo estoy feliz de ir, pero cuando no, pues no me importa. Tengo un amigo que dice que cree que es difícil trabajar en Nueva York porque hay muchas distracciones. Pero yo creo que vayas a donde vayas, siempre habrá distracciones.

Hemon: Bueno, hay muchas distracciones en Chicago. Pero aquí en Nueva York las distracciones son la gente que trabaja en lo mismo que tú y que hay una cierta sensación de competencia. He estado en fiestas neoyorkinas donde hay una enorme masa de escritores y gente de la industria editorial y se nota. Las jerarquías siempre están cambiando y los neoyorkinos siempre tienen una idea de la posición de cada quién, de estas jerarquías. Y para mí ni siquiera es un problema moral, simplemente es muy agotador. No me importa y no quiero que me importe. Terminará importándome porque no puedo evitar a las personas. No podría alejarme de ellas. No podría aislarme. Si alguien me invita a una fiesta, voy. Si quieres aislarte, Nueva York no es el lugar para hacerlo. Es difícil darte cuenta de lo que ocurre, no detrás de escenas, sino en el momento. Una vez estaba hablando con un amigo en una fiesta. Y —no tengo una mala impresión de él por esto— a media oración vi cómo cambió su cara y entonces entendí que alguien importante acababa de llegar. Ni siquiera tuve que voltear. Lo noté con un simple gesto. Y cuando volteé, era Susan Sontag. No hay nada de malo con estar fascinado por Susan Sontag, pero simplemente es demasiado. Muchos escritores y amigos de Chicago hacen cosas similares a lo que yo hago, pero tengo muchos amigos que no tienen nada que ver con la literatura ni las editoriales. Allí no hay jerarquía porque no hay nada que ganar.

Sharma: ¿Cómo fue tu entrada al mundo editorial? Yo creo que para mí, una de las razones por las que al libro le ha ido bien es que, ya sabes, la gente puede conocerme. Simplemente puedo encontrarme con un editor para ir por un café. Siento que una de las razones por las que he sido exitoso es que la gente se me puede acercar. Al parecer es muy útil ser así en Nueva York. Aunque cuando empecé a publicar no vivía en Nueva York.

Hemon: Lo que lo hace el Hollywood de la industria editorial es que tienes que estar aquí para que suceda. Y no creo que eso esté mal, simplemente depende de la sensibilidad. Yo no puedo hacerlo. Yo tuve suerte. A finales de los noventa escribía cosas y las publicaba en pequeñas revistas literarias, como Ploughshares. Esto llamó la atención de Stuart Dybek, quien leyó un relato mío y estaba en el jurado que le dio un pequeño premio de Illinois. En ese entonces no era pequeño, era enorme, y mi texto le había gustado tanto que cuando fue editor invitado de Ploughshares me pidió que se lo mandara, así que lo hice. Lo publicaron y resultó que el asistente de mi agente se iba a encontrar con una amiga en una librería y ella iba tarde, por lo que tomó Ploughshares y mi relato resultó ser el primero. Su amiga llegó lo suficientemente tarde para que él pudiera leerlo y luego se lo llevó a su jefa —que es ahora mi agente— y le dijo: "Tienes que leer esto". Ella me llamó de la nada. Ni siquiera pensaba en tener agente o algo así; no sabía cuánto tenía que pagarle. No sabía si preguntarle o no. Finalmente dije: "¿Cómo funciona? ¿Qué ganas tú?" Y ella dijo: "Creí que lo sabías; todos lo saben". Pero yo no sabía. Ella me explicó y desde entonces ha sido mi agente. Mi grado de autopromoción era sólo mandar textos a revistas. Luego llegaron a algunas personas y ahí despegó. Estas personas ahora son amigas mías y es parte de lo que le agradezco a Chicago. Pero yo no hice una estrategia para entrarle.

Sharma: Yo había escrito algunos textos que pensé que eran buenos y fui a Stanford y tenía un agente que no pensaba lo mismo. Empecé a deprimirme más y más porque no sabía qué pasaría en el futuro. Empecé a escribir una novela y no iba nada bien. En algún punto tomé mi mejor cuento y lo mandé a cinco revistas. Normalmente, cuando enviaba algo no le ponía remitente, ya que no quería que me lo regresaran. Puedes tirarlo, si quieres; yo imprimiré más [Risas]. En esta ocasión sentí que debería hacer las cosas bien, así que le puse remitente a los sobres y en pocos días recibí cuatro de regreso. Estoy convencido de que estos idiotas ni siquiera lo leyeron porque me los regresaron sin abrir. Del quinto ya no supe nada y pensé: Oh, genial, los bastardos se robaron mis timbres, porque yo no tenía dinero. En Palo Alto, mi beca era de 11 mil dólares al año. Lo mandé en febrero o marzo y luego en junio o julio recibí una carta de Atlantic en la que me pedían el cuento, y en seguida les mandé otro creyendo que tal vez también querrían comprarlo. Yo quería salir en The New Yorker, así que hice que mi agente se los mandara. Ellos dijeron que no y preguntaron si no había sido un error, porque ya se las habíamos enviado antes. Luego se las mandé al Atlantic y publicaron la segunda, y entonces empezó todo. Pensé que mi vida cambiaría inmediatamente, pero es básicamente lo mismo: no tener dinero. Siempre pensé que habría una forma en la que uno pudiera estar económicamente seguro.

Hemon: Si la encuentras, pásamela, porque no la conozco.