Que la gente se vaya de un after en tu casa a las dos horas y te dejen solo con toda la bajona, que el vecino maquinero ponga la música a todo trapo a las 11 de la mañana del domingo de después (es decir, en el mismo momento en el que tu estás entrando por la puerta), que alguien se ponga a llorar o que directamente, se caiga encima de tu tienda.